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Perdóneme; ¿quiere usted permitirme que le pregunte, señorita, si monta usted ese animal? , señor, pero con dificultad. ¡Pues bien! puede ser que ella sea menor cuando lo haya yo montado una ó dos veces. Esto me decide. Haga usted ensillar á Proserpina, Alain.

Conocerlas, así como suena, no; pero contar con ellas, de fijo. ¡Pues es tonta la niña, y no me tiene bien estudiado que digamos!... Y ¿qué tal cara pondrá el otro?... ¿El de Méjico? No, el de acá. ¡El de acá! ¡Leto?... Mi señor don Alejandro, ¿puede usted imaginarse la cara que pondrá un santo al entrar en la Gloria eterna?

El maldito tenía en aquella época la demencia de los castillos; estaba haciendo averiguaciones sobre todos los que en España existen más o menos ruinosos, para escribir una gran obra heráldica, arqueológica y de castrametación sentimental, que aunque estuviese bien hecha no había de servir para nada.

Bien sabe Dios que hice voto solemne en mis adentros de no echar allí pie a tierra, como no me desmontaran a tiros. Era el cuñado de Neluco un hombre bastante gordo y no muy alto, moreno y atezado de rostro, con anchas patillas grises, pelo recio y poca frente. No hablaba tanto como su mujer, pero no era menos afectuoso y hospitalario que ella.

Prueue V. Ex.^a le supp.^co Essos, que yo hago aderezçar a mi modo antiguo , que tienen no se q. de Hidalgo, y con ser limpios conseruan bien las manos, y manos q. se emplean en El bien público, y en el de los q. se le encomiendan con tanta entereza, y limpieza, deuen ser estimadas, y conseruadas por muchos años de vida. Assy sea amen, amen. De V. Ex.^a sieruo. Ant. Perez. Octubre 1599.

Iba á retirarme: ella cayó de rodillas cerca, de un canapé, y estalló en sollozos, con la frente apoyada sobre mi mano que había cogido. Yo había visto correr, hacía poco tiempo, lágrimas más bellas y más dignas; sin embargo, me hallaba conmovido. Veamos, mi querida señorita le dije, aún no es tarde, ¿es cierto? Ella sacudió con fuerza la cabeza. Pues bien, mi querida niña, tenga valor.

Laméntase en el prólogo de la profunda decadencia del teatro de su tiempo, y dice, hablando de sus propios esfuerzos, que si bien se calificaría de temeridad su afirmación de haber sabido imitar al famoso Calderón, modelo y gran maestro del arte dramático, debe, sin embargo, confesar que ha puesto todo su empeño en conseguirlo.

Nunca él hubiera ido...; bien se lo dije yo: «¡Mira que esa es callealtera y no puede ser buena

No es cierto; yo debo decirte ahora la verdad, Ricardo; ¿a qué engañarte?... ya no hay objeto: ¡he llorado como un tonto! ¿Has llorado?... ¿Por qué...? ¡Qué yo!... Ese nocturno me hizo llorar. La tesis de Tolstoy en la Sonata de Kreutzer... ya ves si hay músicas que no deben tocarse así no más. Pero a Lorenzo le ha hecho bien; ya está curado. ¿Cómo así?...

BIZCOCHO DE MANTECA. Se toman cien gramos de manteca de vaca, cien de harina, cien de azúcar y tres huevos; primero se bate la manteca muy bien, se mezcla el azúcar, y después las tres yemas muy batidas, y por último, las tres claras, que estarán también batidas a punto de nieve.