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Como ya estarán ustedes enterados de que la casa de Anguita viene hace tiempo en decadencia y se encuentra en el día bastante escasa de metales preciosos, no extrañarán ustedes que, con harto dolor de nuestro corazón, porque somos muy artistas, hayamos tenido que prescindir de él. Si a ustedes les acomodara que lo hubiese para bailar, con abrir una suscripción y pagarlo estaba todo resuelto.

Asi, el hermoso hotel Gibbon en que nos hospedamos, y cuya situacion es muy feliz para contemplar el panorama del Leman, ocupa el lugar de un antiguo jardin donde el ilustre historiador inglés de aquel nombre escribió, según afirman, en 1787, las últimas páginas de su bella «Historia de la decadencia y ruina del imperio romano». Voltaire se encantaba con su residencia en Losana, y allí se reunieron con frecuencia muchos hombres ilustres, tales como Fox, Mercier, Raynal, Servan, Brissot y Zímmermann.

Vista de arriba, desde la frente en extremo espaciosa hasta la punta de la barba, la cara parecía toda surcada de profundas arrugas. Los cabellos, ya muy raros, estaban blancos junto a las sienes. Toda su persona llevaba impresa las señales de una rápida decadencia.

Consistirá en suma, en nuestra general decadencia; en que así como ahora no hay Grandes capitanes como Gonzalo de Córdoba; ni pasmosos marinos, como el marqués de Santa Cruz; ni egregios políticos, como el Cardenal Cisneros, tampoco hay novelistas como Cervantes.

Economía portuguesa. ¡Qué rápida y curiosa decadencia la de Portugal! La naturaleza parece haber designado a Lisboa para ser la puerta de todo el comercio europeo con la América. Su suelo es admirablemente fértil y sus productos buscados por el mundo entero. En los grandes días, tuvo el sol constantemente sobre sus posesiones. Sus hazañas en Asia fueron útiles a la Inglaterra.

Lo único que le molestaba era tener que ocultarla, no poder hacer pública su dicha para que se enterasen de ella todos sus admiradores. Hubiera querido transportarse de un golpe a la decadencia romana, donde los amores de los poderosos tomaban la majestad de la pública adoración.

Y que no se objete, como hacen los defensores del teatro moderno, que, habiendo degenerado tanto el gusto del público, es preciso atenerse á sus pretensiones, porque esos directores de escena son sólo los responsables de la decadencia de ese gusto, á causa del alimento corrompido que les sirven sin descanso, y porque de ellos también depende purificarlo y elevarlo.

Su historia es la Historia de España entera a través de la decadencia austriaca. Infantes, en 1575, lo componían 1.000 casas; hoy lo componen 870. «Yo no recuerdo haber visto en treinta años me dice un viejo labrar una casa en InfantesContaba el pueblo en 1575 con 1.300 vecinos; 1.000 eran cristianos viejos; los otros 300 eran moriscos.

................ ¡Oh, mudanza De la edad, que lo que un tiempo Fué divina estimación, Es hoy casi vituperio! Aun cuando no se puede negar la decadencia de la literatura dramática en España en el reinado de Carlos II, sin embargo, este período de la historia del teatro español está unido al precedente con tantos vínculos, que es imposible separarlos.

Tras tanta grandeza vino la decadencia, siendo todos culpables de ella, la monarquía por absorbente, el clero por fanático, la nobleza por ignorante y el pueblo por holgazán y envilecido.