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Todavía aquel corazón angelical perdonaba fácilmente lo que reputaba por injuria; mas ya había dado un paso adelante, ya le era imposible olvidarlo por completo.

Y el anciano pastor avanzaba la cabeza haciendo esfuerzos para ver con sus ojos casi muertos al hombre audaz que osaba realizar lo que toda la huerta tenía por imposible.

¡Oh! ¡maldito sea Greenwood! estalló el sujeto. Dicen que siempre está en Londres contigo; pídele a él, entonces, que te haga dar por los abogados un poco de dinero. Puedes manifestarle que estás apurada, pues tienes que pagar unas cuentas, o alguna otra cosa por el estilo. Cualquier mentira será buena para él. Imposible, Herberto contestó, tratando de mantenerse serena.

Presentáronmele, hiciéronme conocer su talento y su hermosura; y cuando ha llegado a interesarme, cuando quizá... le amo, se le arroja para siempre de mi lado por un delito que es cabalmente, aunque en otra forma, el pecado capital de mi propia familia. ¡Y se pretende ahora que con la facilidad con que se le cierran las puertas de esta casa, le cierre yo las de mi corazón!... ¡Esto es imposible!

La ulterior satisfaccion que en tal caso pudiéramos desear, nos es imposible alcanzarla, en no viendo intuitivamente la esencia infinita donde se halla la primera y la última razon de todo.

Pero, en tanto que eso es imposible, y lo será por muchos años, necesario es que los colombianos se persuadan de la necesidad de dar fuerza y cohesión al sentimiento nacional, de convertir esa especie de liga que un soplo puede hacer periclitar, en una agrupación humana, compacta, con un ideal, con una concepción idéntica al patriotismo.

Después de la comida, que había sido suntuosa, rápida y acompañada de música, lo que hizo imposible toda conversación y simplificó así las relaciones entre los convidados, reduciendo la comida á una simple manifestación gastronómica, los invitados se repartieron por los admirables salones del hotel Weller. Los hombres se fueron á fumar en el despacho de Sam.

¡Su mujer doña Clara! ¡aquella dama cuyo semblante apenas visto le había deslumbrado! ¡aquella divina y magnífica hermosura, que encubierta había asido á su brazo! ¡aquella dama tan gentil, tan joven, tan pura, que le había llamado para recoger una prenda de la reina y que había acabado de enamorarle! ¡aquel dulce imposible estaba vencido!

No volveré, pues, sobre ello, siquiera por el vulgarísimo precepto de non bis in ídem. Imposible me sería analizar con detención todas y cada una de las partes de este libro. Y ya que he dicho con franqueza cuál es la opinión que sobre él he formado, séame permitido ocuparme de algunos de los variadísimos tópicos que han merecido la atención del autor.

El río conservaba siempre su anchura de ciento sesenta o doscientos pies, pero no era profundo y estaba sembrado de islotes de arena, que los náufragos tenían que ir rodeando. Las dos orillas estaban cubiertas de árboles enormes, y tan cercanos los unos a los otros que hacían casi imposible el paso.