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Dejaba escapar de su pecho exclamaciones de ira, juramentos de venganza y apóstrofes de despecho contra mismo. «¡Bien merecido lo tengo por meterme con esa gente!». Cuando llegó a Madrid echado de la corte de D. Carlos, fue a casa de su tía, según costumbre antigua; pero apenas paraba en la casa.

De injustos pecaríamos, sin embargo, si no tributásemos, al mismo tiempo que á los soldados, un elogio entusiástico v merecido al hombre que con su firmeza de carácter, su inagotable valor moral y sus vastos conocimientos prácticos de militar veterano y experimentado, supo conducir á buen fin una campaña que, por su índole, amenazaba con prolongarse indefinidamente, después de cansar al país irreparables daños.

Y lo que más la complacía era pensar en todos aquellos millones como en un espléndido presente, poco menos que llovido del cielo, que ella iba a hacer a su D. Jaime, cual merecido premio del amor desinteresadísimo con que él le había dado su mano y su nombre. La carta misteriosa

Hablaba de animalitos y enfermedades, abá, ¡castigo de Dios! ¡Merecido lo tiene! ¡Como si el agua bendita pudiese trasmitir enfermedades! ¡Todo lo contrario, abá!

Así estuvieron los dos algunos minutos en desesperado silencio. Con voz ahogada, sin levantar la faz de la tierra, prosiguió al cabo Pepita: Vete ya, D. Luis, y no por una piedad afrentosa permanezcas más tiempo al lado de esta mujer miserable. Yo tendré valor para sufrir tu desvío, tu olvido y hasta tu desprecio, que tengo tan merecido.

Embustera, trapalona... ¿Crees que me embaucas a con tus enredos? Vaya, vaya, no quiero incomodarme... Me tiene peor cuenta, y no estoy yo para coger berrinches... Comprendido, Nina, comprendido. Allá te entenderás con tu conciencia. Yo me lavo las manos, y dejo a Dios que te tu merecido. ¿Qué, señora?

El hombre de confianza, el militar experto, el valiente soldado, el inteligente y decidido patriota que Miranda colocó en el mando de Puerto-Cabello, aquel que habia merecido este cargo delicado y de cuya aptitud para el desempeño no podia dudarse un solo instante, no era otro que el coronel Simon Bolívar, á quien el Generalísimo consideraba como el oficial mas activo y de mas vasta instruccion de todo su ejército.

Ahí le tienes ya, aburrido, enfermo; no sabe qué hacerse; quiere calor de familia y no le encuentra en ninguna parte. Bien merecido le está; me alegro. Que lo pague. Y para mayor desgracia, se engolosina ahora con Jacinta. Lo que a él le enciende el amor es la resistencia; y las que tienen fama de honradas, le entusiasman, y las que sobre tener fama, lo son, le vuelven loco.

En las «Cartas que escribió un cavallero desta Corte á un su amigoespecie de Gaceta de los años 1621-1623, se dice en una de 15 de agosto de 1623: «Desde que llegó el Príncipe de Gales á esta corte, se ha tenido con Su Alteza toda la cortesía posible, y cuydado de su regalo y desseo de festejalle y entretenelle, ansi con diversas fiestas que se le han hecho, corriendo toros en cantidad, con rejones y lanzadas admirables, como jugando cañas de vistosas libreas, cavallos y jaezes, cosas pocas vezes ó nunca vistas de la nacion Inglesa, ya con máscaras y encamisadas, que han bien merecido las particulares relaciones que dellas se han hecho, y ya con Comedias excelentes, ansi por los autores que las han hecho, como por el primor á que ha llegado la poesía y elegancia dellas en estos tiempos, y por la diferencia de bayles y músicas con que las han adornado: y esto con tanta frecuencia, que cada semana ha oido una ó dos comedias.

Es admirable; yo tengo un inmenso placer al pagarlos este merecido y justo tributo de gratitud hácia su señalado amor á todo lo que es español. Ellos, con sus poderosos medios de comunicacion, con su pujante vida de movimiento literario, ponen en circulacion universal nuestras obras, y nos hacen leer en todas partes.