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Pues no tenerte lástima, no interesarme por ti, y mirarte como tierra común en la cual todos tienen derecho a sembrar sus deseos para recoger tu deshonra. Desgraciada, si no acabas en la casa de Aransis, acabarás en un hospital. Bien, me agrada eso. O en lo más alto o en lo más bajo. No me gustan términos medios. Y sin embargo en ellos debemos mantenernos siempre... ¿Conque quedamos en eso?

Con un valor, con una caridad sin límites, me toleraba cerca de ella, me vigilaba, me socorría por su continua presencia. Inventaba medios para distraerme, para aturdirme, para interesarme en ocupaciones serias que me absorbieran.

No alcanzaron siquiera a interesarme los chistes del galante mayoral que conocía los nombres de todo el mundo en el trayecto; que hacía llover cartas, periódicos y paquetes desde lo alto de la vaca; que mostraba sus piernas en frecuente y terrible proximidad a las ruedas, subiendo y bajando cuando íbamos a toda velocidad; cuya galantería, valor y conocimientos superiores en el viaje nos admiraban a todos los viajeros, reduciéndonos a un silencio envidioso, y que cabalmente entonces estaba hablando con varias personas con visible interés y entusiasmo.

Tal vez ha sido porque de muchachos nos aborrecimos, porque nunca te inspiré deseos; y esto resulta tan extraordinario en mi vida, que basta para interesarme. Sus manos se apoyaron en las rodillas de él como si fuera á incorporarse. Cuando nos encontramos en el cementerio, después de tantos años, me acordé de todo lo que he oído contar de ti.

Al principio creía en sus amenazas, en sus cóleras, en sus penas y hasta en sus súplicas, pero después me convencí de la realidad comedia pura y al cabo de dos o tres días oía los diálogos con curiosidad, pero sin interesarme mayormente ni por el asunto ni por quienes lo trataban.

¿Qué voy á hacer desembarcado?... ¿Quién me espera?... ¿Qué negocios ni qué familia pueden interesarme?... Ferragut creyó escuchar un eco de sus propios pensamientos. El, como su cocinero, nada tenía que hacer en tierra... Se aburría mortalmente lejos del mar como durante los meses pasados en Barcelona cuando aún era joven y podía crearse una nueva profesión.

Presentáronmele, hiciéronme conocer su talento y su hermosura; y cuando ha llegado a interesarme, cuando quizá... le amo, se le arroja para siempre de mi lado por un delito que es cabalmente, aunque en otra forma, el pecado capital de mi propia familia. ¡Y se pretende ahora que con la facilidad con que se le cierran las puertas de esta casa, le cierre yo las de mi corazón!... ¡Esto es imposible!

Es que no quiero... No me preguntes el motivo: no sabría explicártelo; mejor dicho, no me entenderías. Repito lo que te han dicho otras: « eres un hombre, y no puedes comprender á las mujeresNo, no quiero. Te hablaré más claro: con otro hombre que llegase á interesarme... no . ¡Somos tan débiles! ¡sentimos tales sorpresas en nuestra voluntad!

Soy tu lavandera, ¿no me has conocido? respondía el joven. ¡Oh, mi lavandera no es tan pícara como ! La careta me hace ser pícara; sin careta soy muy inocente. Vamos, máscara, dime quién eres; has conseguido interesarme... si me lo dices, prometo guardarte el secreto. El joven se obstinaba en sostener que era la lavandera; ambos se reían de aquel disparate.

¡Qué susto me ha dado! me dijo, estoy tan nerviosa, que todo me da miedo... ¿Y su marido? le pregunté, aparentando no interesarme por su sobresalto. No respondió. ¿Conoce este libro? agregó, indicando con un simple gesto el libro que mantenía sobre sus faldas. No; ¿qué libro es? Lea su título... No puedo leerlo... y en efecto, no era posible leerlo, porque el libro había caído dado vuelta.