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Hablando en la noche de hoy con el coronel Carlos Machado, comandante militar de esta plaza, me manifestó que las fuerzas americanas que han desembarcado en esta población y que custodian las propiedades extranjeras, obran con la mayor prudencia en todos los casos, limitándose á custodiar los intereses de sus conciudadanos.

Veintisiete mil hombres, con todo su material de campaña, procedentes de Marruecos, habían desembarcado en Marsella y llegado á la capital, realizando una parte del viaje en ferrocarril y otra á pie. Acudían para intervenir en la gran batalla que se estaba iniciando. Eran tropas compuestas de europeos y africanos.

Serian ya las doce del dia, estaba desembarcado, y goberné al SE 1/4 E hasta las dos de la tarde que fondo en 5 brazas, á dejar crecer la mar para pasar un bajo y abalizarlo. Habiéndolo abalizado y reconocido, me hice á la vela, y seguí mi navegacion, gobernando al S 1/4 SE, hasta el anochecer que fondo en 41/2 brazas de agua.

Hasta el dia 13 no hubo cosa notable que espresar: este dia creció tanto el rio, impelido por la agua del mar agitada de vientos muy frescos, que inundó toda la nueva poblacion empezada de la parte del S, creciendo el agua tres cuartas sobre el terreno: de suerte que la gente se subió sobre los ranchos para escapar, la cual no tuvo de duracion mas de media hora, ni hizo perjuicio á los géneros y provisiones, por no haberse desembarcado.

Abajo, junto al agua, una casita blanca, con postigos grises, era el puesto de la Aduana. En medio de ese desierto, aquel edificio del Estado, con cifras como una gorra de uniforme, producía una impresión desagradable de indecible malestar. El pobre Palombo fue desembarcado allí. ¡Triste asilo para un enfermo!

Los piratas tienen que venir de la parte del mar. Es verdad; pero pueden haber desembarcado, para caer de espaldas y de frente sobre nosotros. Van-Horn no respondió; pero movió la cabeza con aire de duda. ¿Qué hacemos? dijo Cornelio después de algunos instantes de silencio. Por ahora, vigilar las aguas.

Era joven y había desembarcado en Bahía Blanca de una fragata de guerra inglesa que daba la vuelta al mundo. Quería estudiar las plantas y los animales de aquí; pero encontró poco que hacer, pues no abundaban entonces las unas ni los otros. Al fin parece que se marchó desesperado, y dió á este país el título de «Tierra de la Desolación»... Nos hizo un favor el gringo.

¿Qué voy á hacer desembarcado?... ¿Quién me espera?... ¿Qué negocios ni qué familia pueden interesarme?... Ferragut creyó escuchar un eco de sus propios pensamientos. El, como su cocinero, nada tenía que hacer en tierra... Se aburría mortalmente lejos del mar como durante los meses pasados en Barcelona cuando aún era joven y podía crearse una nueva profesión.

Pero el conde se sintió interesado por este cráter muerto y solitario en medio de un mar que sólo frecuentan las barcas de pesca. Ferragut había visto igualmente, aunque de lejos, al entrar en el puerto de Trápani, el archipiélago de las Egades, donde existen grandes pesquerías de atunes. Había desembarcado una vez en la isla Pantelaria, situada á medio camino entre Sicilia y África.

Había desembarcado á las diez de la noche, aún no hacía veinticuatro horas que pisaba tierra, y su mentalidad era la de un hombre que viene de lejos, á través de las inmensidades oceánicas, de los horizontes sin obstáculos, y se sorprende viéndose asaltado por las preocupaciones que gobiernan á las aglomeraciones humanas.