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La víctima no daba acuerdo de , y aprovechando aquel momento el bárbaro señorito, que vio pasar su coche, lo detuvo, montose en él de un salto y ¡hala!, partieron los caballos a escape. Un hombre se había detenido ante los combatientes en el último instante de la reyerta; acercose a Maxi y le miró con recelo. Creyendo que estaba mortalmente herido, no quería meterse en líos con la justicia.

Fué como esas súbitas catástrofes que hieren mortalmente los corazones, originando suicidios, tragedias y otros lamentables casos. Una mano penetró en el escaparate, por la parte de la tienda, y cogiendo á la señora por la cintura, se la llevó dentro.

Acababa de cumplir veintiocho años cuando estalló la guerra de 1870, que hizo sufrir al país la vergüenza de las derrotas. El señor Bontemps fue muerto en Gravelotte. A su lado, Pablo combatió valientemente. Pasada la tormenta, se vio que estos horribles acontecimientos, la guerra primero, y luego la Comuna, habían herido mortalmente la fábrica de Creteil.

También maldice la guerra: para él, sobre la idea de Patria, siempre acotada y estrecha, está la idea de Humanidad; su altruismo llega al suicidio: «No, yo no mataré dice Sebastián Roch; acaso me deje matar; pero no mataré». Y el protagonista de «El Calvario» besa la frente del prusiano á quien hirió mortalmente en la batalla.

Montiño tuvo en los labios la palabra os haré rico; pero meditó que acaso no era tan grave el motivo de su prisión, que fuese necesario herirse mortalmente para librarse de ella, y se calló, dió otro doblón al corchete y las gracias por haberle dejado subir hasta allí; salió, cerró cuidadosamente y, despidiéndose de su mujer, asegurándola que no tardaría, salió del alcázar con el corchete.

Mis amos supieron todo cuando llegó a casa la noticia de que Malespina había herido mortalmente a su rival. El escándalo fue grande. La religiosidad de mis amos se escandalizó tanto con aquel hecho, que no pudieron disimular su enojo, y Rosita fue la víctima principal.

Don Germán, que había aceptado con semblante risueño por no disgustar a Elena el traslado de domicilio, se aburría mortalmente en la corte. Sólo la ópera y algunos conciertos le indemnizaban de aquellas horribles horas de paseo con los coches en fila viendo cruzar a su lado una ristra de rostros contraídos y de cuellos almidonados.

¿Qué piensa usted de su patrón? ¿Lo cree usted capaz de haber cometido un delito como ese? La mujer vaciló durante un momento, pero luego contestó resueltamente: No. ¿Por qué cree usted que no? Quería mucho a la señora cuando se conocieron. La quería locamente. ¡La consoló tanto de sus dolores! ¿Qué dolores? La señora sufría, estaba mortalmente dolorida.

La hija del pecado no debiera tener bienes, ni honra, ni nombre siquiera, y todo esto conservará y de todo podrá gozar sin remordimientos, sin sonrojo. En la última parte de su discurso Doña Blanca estuvo hermosa, sublime como una pantera irritada y mortalmente herida. Se había puesto de pie. Al fraile se le figuraba que había crecido y que tocaba con la cabeza en el techo.

»Al arrojarse sobre Carlos, que no hacía más que defenderse, cayó mortalmente herido. En aquel instante entró una persona en el salón. Era un amigo, un salvador; era Teobaldo. »¡Desdichado! gritó dirigiéndose a Carlos: ¡Vete, vete! ¡Mi coche está a la puerta, huye... Ya que no por ti, por el honor de Juanita! »¡Y este honor! exclamé, ¿quién podrá salvarlo ya?