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A última hora, el alemán, acompañándose en el piano, cantaba fragmentos de Wágner, que hacían dormitar á Madariaga en un sillón con el fuerte cigarro paraguayo adherido á los labios. Elena contemplaba mientras tanto con creciente interés al gringo cantor. No era el caballero de los ensueños esperado por la dama blanca.

Los hay más pequeños, de piel blanca y brillante, negros, de pelo muy lanudo y cara inteligente y otras variedades que se diferencian en muy poco de las ya mencionadas. Estos animales se reunen en grandes bandadas, armando tales griterías que se hace insoportable su vecindad.

Pero muy sencillamente: cenando nosotros en el Café Anglais y mi correntino durmiendo en la comisaría. ¡Ja! ¡ja! y todos a una reían de la espiritual aventura de Montifiori. ¿Y qué es de tu mamá, Blanca? no la veo le preguntó a su hija. Ahí anda, con don Benito... contestole su hija haciendo un gracioso movimiento de cabeza. ¡Joven y linda como la hija!

De vez en cuando sonaba perezosamente una campana en las torrecillas de ladrillo rojo, llamando á gentes invisibles: se entreabría un portón con agudo chirrido, dejando ver una cofia monjil, blanca y almidonada y un rincón de huerto frondoso.

Sigue cantando, muchacho... Estoy acostumbrado desde que vive aquí Gertrudis... Pero ¿qué vas a hacer con esa blusa blanca? ¿Crees acaso que voy a estar aquí de brazos cruzados? Descansa un día más. ¡Ni una hora! Mis ropas de holgazán están colgadas ya de un clavo. Martín ha visto las flores que están a la cabecera del lecho, y dice riendo de mala gana. ¡Habrase visto!

Pero no borró el mar de igual manera en Jucef el recuerdo, que no hay onda que lave la conciencia y que se lleve lo que al hinchado corazon sofoca, lo que en el alma perdurable grita, lo que eterno ante Dios sangriento llora. Y por eso Jucef del mirab santo la blanca piedra con la frente choca, y ruega á Allah con llanto de agonía perdone, al ménos á su Leila hermosa.

No se puede negar que Doña Blanca tiene mucho talento y es una santa. Sabe más de las cosas de Dios que todos los predicadores juntos. Reza muchísimo; lee y estudia libros piadosos; lleva una vida ejemplar y penitente, y hace muchas limosnas á los pobres y á las iglesias; pero, á pesar de tantas virtudes y excelentes prendas, nada tiene de amable. Antes al contrario, es terrible.

Sus cabellos negros y rizados adornaban su frente blanca y majestuosa: las miradas de sus grandes y negros ojos eran plácidas y penetrantes a la vez.

¿Qué fuerza es esa, barón? Una compañía famosa, llamada la Guardia Blanca. Con gran sorpresa del barón, sus palabras fueron acogidas con unánime carcajada. El mismo príncipe y los dos reyes extranjeros participaron de la hilaridad general.

Después que hubo cortado, a su juicio, las suficientes flores, fue a sentarse en un banco de piedra a la sombra, y poniendo el cesto a su lado y sacando un ovillo de hilo, se dispuso con gran calma a hacer un ramillete. Tomó primero una magnífica rosa blanca de las llamadas de , le quitó todas las espinas y foliolos y ató en torno suyo una serie de hojas de malva.