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Pero el joven tenía mucho interés en ver á Bozmediano aquella noche; así es que no se dió por satisfecho y preguntó: ¿Cuándo vendrá? El otro creyó que esta pregunta, hecha por un joven que no parecía ser de la primera nobleza, que no había venido en coche, que no era militar ni tenía botas á la farolé era una pregunta muy inconveniente y falta de sentido común.

Y poniéndose como un tomate el buen Frígilis advirtió tímidamente que hacía más de mes y medio él se había tomado la libertad de venirse a dormir debajo de la Regenta. Los criados tenían orden de no decírselo a la señora. Desde que esto supo Ana se creyó menos sola en sus noches tristes.

Sabedor Tirso, por Millán, de la resolución que adoptó su hermano, y enterado, por Leocadia, de cuándo había de despedirse de Paz, creyó llegado el instante propicio para dar el golpe que fraguaba.

Los acusó de demasiado apresuramiento y creyó leer en sus ojos una alegría sórdida. No obstante, no olvidó los graves intereses que allí la llevaban y expuso fríamente el motivo de su visita.

Con razón o sin ella, creyó ver en esta circunstancia un acto de desdén, o cuando menos de mal humor para con ella. El aprecio de aquel joven de una vida tan poco ejemplar había llegado a serle repentinamente tan necesario, que la idea de dejarle por un tiempo indeterminado bajo una mala impresión, le era insoportable.

Solo don Custodio, el liberal don Custodio, por su posicion independiente y sus altos cargos, creyó deber atacar un proyecto que no venía de él ¡aquello era una usurpacion! y tosió, se pasó las manos por los bigotes y con su voz importante y como si se encontrase en plena sesion del Ayuntamiento, dijo: Dispénseme el señor Simoun, mi respetable amigo, si le digo que no soy de su opinion; costaría muchísimo dinero y quizás tuviésemos que destruir poblaciones.

Por este motivo nada le llamó la atención; por eso no supo que nunca sus bellos ojos habían tenido un resplandor tan vivo, ni que jamás voz de monja alguna entonó salmodias con tan melodioso timbre como el de la voz de Paula al decir: "¿Usted creyó que no almorzaría hoy?"

De pronto agarró un brazo del marino y le gritó con energía, como si acabase de hacer un descubrimiento por la portezuela del coche: «¡Calderón de la BarcaFerragut saludó. «, señoraLa joven, después de esto, creyó necesario presentar á su compañera. La doctora Fedelmann... Una sabia en filología y en letras.

Rafael quería salir de esta situación, le molestaba ver a aquella mujer glacial, indiferente; tratándole con cortesía desdeñosa, sosteniendo con gran corrección las distancias para evitar la familiaridad. Pero puesto ya en la pendiente, se atrevió a seguir preguntando: ¿Y piensa usted permanecer mucho tiempo en Alcira?... Rafael creyó que se hundía el suelo bajo sus pies.

Formaban tan hermoso espectáculo las ciudadanas mas hermosas de Persepolis, y los principales sátrapas colocados en órden, que al principio creyó Babuco que se reducia á esto la fiesta. En breve se dexáron ver en el vestíbulo de este palacio dos ó tres personas que parecian reyes y reynas; su idioma era muy distinto del que estilaba el vulgo, y tenia ritmo, harmonía y sublimidad.