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Rafael se sintió acariciado con un ardor que casi le dio miedo; envuelto en una espiral de placer que no tenía fin. Estremeciose empujado, descoyuntado, arrollado por una ola tan voluptuosa, tan inmensa que le hacía daño.

El vino de Freya era melancólico. La dulzura del crepúsculo parecía hacerlo fermentar, dándole el acre perfume de los recuerdos tristes. Sintió nacer el marino en su interior la fiebre agresiva de los sobrios cuando caen en la embriaguez.

Krilov aceptó con reconocimiento el cigarrillo que le tendía el portero, y echó de menos su pitillera japonesa, su gabinete de trabajo, los cuadernos azules de los colegiales que él debía corregir y que le parecían ahora tan gratos al alma. Encendió el cigarrillo y casi sintió náuseas: el tabaco era desagradable, mal oliente. «Un verdadero tabaco de espía» se dijo Krilov.

Las dos ancianas se irguieron y tendieron a Nucha los brazos con movimiento tan simultáneo que no supo a cuál de ellas atender, y a la vez y en las dos mejillas sintió un beso de hielo, un beso dado sin labios y acompañado del roce de una piel inerte.

Gillespie, ante tal duda, se sintió con un alma enérgica hasta la crueldad. Lo que él deseaba era que Margaret le amase siempre. Contando con el cariño de su esposa, no había suegra que le infundiese miedo.

Es difícil decir quién se sintió más profundamente agitado: si Silas o Eppie, con las últimas palabras de Godfrey.

La mujer agasajó el pañuelo lleno de castañas, como para calentarse las manos con él.... Avanzaron.... desaparecieron por una puerta. Salvador se sintió estremecer de desesperación y envidia.

Me encontraba solo, abandonado é infeliz, pero unos amigos se acordaron de y me han sacado de mi desierto. Juzgue usted, pues, de la alegría que experimento esta noche y de mi agradecimiento. Su voz era tan triste, tan dulce, tan tierna, que Jenny se sintió transida de dolor. Pero su enternecimiento no pudo durar mucho tiempo.

Y siguió disertando sobre las ideas del día con argumentos tan fuertes y tal vehemencia de estilo, que Clara sintió picada su curiosidad; alzó los ojos y se puso á mirar con asombro la efigie porreñana, de cuya boca salía elocuencia tan terrible.

Ahora Karl bajó la frente, confuso y balbuceando. «Papá... papá», suplicó Elena. ¡Pobrecito! ¡Cómo le humillaban porque era pobre!... Y sintió un hondo agradecimiento hacia su cuñado al ver que rompía su mutismo para defender al alemán. ¡Pero si yo aprecio á este mozo! dijo Madariaga excusándose . Son los de su tierra los que me dan rabia.