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A las ocho y tres cuartos de la mañana me hice á la vela en vuelta del ONO, con el viento SO fresco.

Acuérdate también, Clara mía, de lo que la has querido. ¿Cómo es posible que me odies a que te quiero tanto, a que te miro y te he mirado siempre como un ángel bajado del cielo? Yo no te odio, Elena... pero amo a mi hermano como hermano y como padre. Tienes razón. Despreciadme, maldecidme. Hice traición al mejor de los hombres.

Apénas llegué á Basilea, hice lo que en las demas ciudades que visito por vez primera: me lanzo á la calle para ver lo que haya digno de atencion.

Amaneció claro con el viento por el O, y contrario á mi navegacion: á mediodia llegó la chalupa á bordo, dejando abalizada la canal expresada arriba. A las dos de la tarde me hice á la vela con viento ONO, y bordejeando llegué á la primera baliza, y de allí con remolque y espias, llegué al anochecer á fondear dentro de dicho arroyo.

10 Y desde el tiempo que puse los jueces sobre mi pueblo Israel, humillé a todos tus enemigos, y te hice anunciar: El SE

Toos lo mesmo... Que les den lo suyo, ¡ya verás!... Esta mañana se ha arrancao uno porque un cabayero traía un perro e lana... Por poco hay aquí un espetáculo. Yo, que estaba extremadamente inquieto, me sobresalté al oír esto, y, como quien no quiere la cosa, cogí las riendas que el criado sujetaba. Hice bien en tomar tal precaución, porque al instante se produjo cierto movimiento entre los toros.

Dia 22. Al aclarar marché, y llegué á las diez y media del dia al parage del Alberjal. Marché á la una y media de la tarde, y llegué á las cinco al Valle de las Animas, donde hice noche. Dia 23.

Me levanté de la cama e hice levantar a Cesarina, la única de mis hijas que se encontraba conmigo a la sazón, y una y otra, puestas de rodillas ante un Santo Cristo, esperábamos el momento del sacrificio ofreciendo nuestras almas a Dios. Luego pareció irse calmando todo.

Hice proyectos absurdos de provocarle, que, afortunadamente, no llegué a realizar, y a mediados del mes de julio me quedé sorprendido con la entrada en la bahía de Cádiz de la Bella Vizcaína. Llegaba el momento fatal. Había que embarcarse. Me despedí de mi novia, que me hizo mil promesas de fidelidad y de escribirme, y me fuí a la fragata considerándome un hombre desgraciado.

D. Francisco de Viedma. A las ocho y media de la mañana tiré la última pieza de leva, y me hice á la vela del establecimiento con las expresadas embarcaciones, y viento N bonancible.