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No como la encina, que se levanta orgullosa hasta que el rayo la hiere, sino como las yerbecillas fragantes de las selvas y las modestas flores de los prados, que dan más suave y grato aroma cuando el villano las pisa.

Creían algunos que, viéndose imposibilitados á volver á la Asunción, se habían internado por el país á predicar en él la santa ley de Dios; y era fundamento para este juicio el celo insaciable de entrambos, pues á donde quiera que se les ofreciese ocasión de predicar, iban aun á costa de grandes sudores y trabajos; otros discurrían mejor que habían sido muertos por los Payaguás, ó á lo menos hechos esclavos.

Vosotros sois los tiranos, Que no la queréis rogar Que a mi intento lugar; Que yo, que le adoro y quiero, ¿Cómo puede ser, si muero, Que pueda a Elvira matar? ¿Qué señora presumís Que es Elvira? ¿Es más agora De una pobre labradora? Todos del campo vivís; Mas pienso que bien decís, Mirando la sujeción Del humano corazón, Que no hay mayor señorío Que pocos años y brío, Hermosura y discreción.

»No obstante su bondad, era severo y casi implacable para los extravíos de las pasiones. La ruina de un amigo suyo que había abandonado a su familia le parecía merecida, y ni su muerte en la soledad y en la pobreza lo inclinaban a ser indulgente para con él... »Yo me daba cuenta de lo que pasaba, pero no hablé. Tenía miedo, tenía miedo hasta de pensar. »No soy sincera, no lo digo todo...»

La eficacia del arsénico debe muchas veces unirse á la del zumaque venenoso, tártaro estibiado, etc...., en la neumonía de los viejos, en las complicadas con fiebres graves y en las flegmasías viscerales adinámicas y pútridas; en estos casos se le administra antes ó despues del mercurio, el carbon vegetal, el ácido fosfórico.....

Quería aclarar el enigma de la vida de mi tío, de quien se contaban tantas historias, y que me volvía otra vez a preocupar. Registrando los armarios, encontré un daguerrotipo en cristal, hecho en París. Pregunté a mi madre si conocía al retratado, y me dijo que era su hermano Juan, pero tan raro, que casi no le conocía. Nunca había visto aquel retrato.

5 ¡Deseo que fuesen ordenados mis caminos a guardar tus estatutos! 7 Te alabaré con rectitud de corazón, cuando aprendiere los juicios de tu justicia. 8 Tus estatutos guardaré, no me dejes enteramente. 9 BET ¿Con qué limpiará el joven su camino? Cuando guardare tu palabra. 10 Con todo mi corazón te he buscado, no me dejes errar de tus mandamientos.

No es ella sola la que ha tenido ese mal gusto expresó con marcada intención Carmelita, muy alegre de haber encontrado aquel rasgo de ingenio. Y ¿quién era ese teniente?... Algún trasto... ¡cómo si lo viera!... tornó a preguntar Emilita con la misma adorable ligereza. ¡Alto, alto, Emilia! manifestó Paco. Paniagua era teniente de los tercios de Flandes y muy bizarro.

Era el pregón: «¡A esta mujer, por ladronaLlevábale el compás en las costillas el verdugo, según lo que le habían recetado los señores de los ropones. Luego seguían todos mis compañeros, en los overos de echar agua, sin sombreros y las caras descubiertas. Sacábanlos a la vergüenza y cada uno, de puro roto, llevaba la suya de fuera. Desterráronlos por seis años.

Teresa Panza, la mujer de Sancho, vociferaba a su vez: ¿Para qué ha cantado vuesa merced tantas aleluyas y gastado tanta tinta, sin sacarnos al fin y al cabo de nuestra pobreza?... ¡Hubiérase metido vuesa merced con los ricos y los orgullosos, y no con los pobres y los humildes, que nada le pedimos ni para nada le llamamos!