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procuras mi deshonra, Y yo me he de defender. D. TELL. Pues hallo en tu entendimiento, Como en tus brazos, defensa, Oye un argumento. ELVIRA. Piensa Que no ha de haber argumento Que venza mi firme intento. D. TELL. ¿Dices que no puede ser Ver, desear y querer? ELVIRA. Es verdad. D. TELL. Pues dime, ingrata, ¿Cómo el basilisco mata Con sólo llegar a ver? ELVIRA. Ese es sólo un animal.

Pero Pablo se ríe de esto y dice que no le dará ese hombre lo que la Virgen Santísima le negó desde el nacer. Quizás tenga razón.... Pero dime, ¿estamos ya cerca?... porque veo chimeneas que arrojan un humo más negro que el del infierno, y veo también una claridad que parece de fragua. , señor, ya llegamos. Aquellos son los hornos de la calcinación, que arden día y noche.

Don Juan Manuel le interroga, y de tiempo en tiempo un relámpago les alumbra y se ven las caras lívidas. ¿Traes una carta? , señor. Ahora no puedo leerla... Dime qué desgracia es esa... ¿Ha muerto? No, señor. ¿Hace muchos días que está enferma? Lo de agora fué un repente... Mas dicen que todo este tiempo ya venía muy acabada.

Siéntate un ratito dijo Moreno, haciéndolo en el sofá y dando una palmada en el asiento . Más santidad que en oír siete misas, hay en practicar las obras de misericordia, acompañando a los enfermos y dando un ratito de conversación a quien se ha pasado toda la noche en vela. Dime una cosa. ¿Cómo llevas las obras de tu asilo? ¿Pues no lo sabes? Bien.

-Todo va bien hasta agora -dijo don Quijote-. Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio, al despedirte, por las nuevas que de le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado.

Y estando en esto, entró en el cenador Florela, ya repuesta en su natural y propio traje de doncella, y arrimose a doña Guiomar y quiso hablarla en secreto, pero ella le dijo: Dime alto lo que tuvieres que decirme, que no hay necesidad de que estos, mis buenos amigos, crean que yo tengo algo oculto, y a más que es descortesía.

«¡Ya lo ves, Linilla! ¡Y así dudas de mi cariño!... Dime: ¿haces bien en eso? ¿Verdad que no? Mira: la señorita Gabriela vale mucho, es muy buena, y a cada rato me habla de , y se queja de que no la quieras.... Estás celosa, , celosa, mal que te pese, y no hay motivo para ello. Por el contrario, debe ser objeto de tu cariño. Esta familia me trata muy bien.

Vió a la joven sentada en una silla en el fondo de su cuarto; ya estaba levantada y vestida, a pesar de la hora tan insólita. Tenía, pues, que saber lo que había pasado. Mathys se acercó a la joven, la miró con los ojos hechos ascuas y exclamó, apretándole las muñecas hasta deshacérselas: Ten cuidado, dime la verdad, porque si me engañaras, sería capaz de todo... ¿Dónde está el aya?

Porque, dime, ¿qué necesidad tenías de convertirte en enfermera para cuidar de esta vieja achacosa? No, ya se lo dije al señor Cura, que cuando vuelvan a Villaverde vengan a esta casa, a esta pobre casa que es suya. Nosotras te queremos mucho, y Rodolfo lo mismo, me lo ha dicho muchas veces te quiere como a una hermana. Y cuando llegó la hora de recogerse le dijo: ¿Cerraste ya los baúles? ¿No?

Mi encomio de Clarita estaba muy en su lugar, porque de Clarita voy á hablarte. Me consta, como su director espiritual que soy, que te obedecerá en todo; pero dime, ¿no consideras que para algunas cosas, de la mayor importancia, convendría consultar su voluntad? ¿Y quién ha informado á V. de que yo no la consulto cuando conviene? ¿Has preguntado, pues, á Clara si quiere casarse tan niña?