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De común consentimiento aprobaron todos la hidalguía de los dos modernos, y la sentencia y parecer de su mayoral, el cual salió a dar la bolsa al alguacil, y Cortadillo se quedó confirmado con el renombre de Bueno, bien como si fuera don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, que arrojó el cuchillo por los muros de Tarifa para degollar a su único hijo.

El P. Gil permaneció fuera, presenciándola. Uno y otro fueron objeto de gran curiosidad para la ventera, para sus hijos, para el mayoral y el mozo del coche. Apenas les quitaban ojo. El joven presbítero observó que cambiaban entre ellos algunas miradas expresivas y burlonas que le avergonzaron. Vio repentinamente la falsedad de su situación, la enorme tontería que había hecho.

El tranvía, inmóvil, pedía con estridente toque de corneta paso franco, mientras un grupo de desocupados rodeaba al caballo de un vehículo, caído en mitad de la vía, bajo el peso de su carga y de sus largos servicios; entre el vigilante, el carrero y el mayoral, había ruda porfía a quién gastaba más ajos y cebollas, para dejar bien sentado su derecho y su cultura: el vigilante, un chinazo de pera, los ojos atravesados, el kepis sobre la oreja, usando de malos modos y peores palabras; el carrero, un criollo pura sangre, de chambergo ladeado y pañuelo al cuello, y el mayoral, un compadrito de melena, dandy echado a perder, contoneando las caderas a compás.

Total, diez y nueve Cristos que tienen la idea de viajar, bajo el poder de un Poncio Pilato que se llama el mayoral, como quien dice, don Manuel Rosas y los salvajes unitarios de marras. Esto en cuanto á la parte animal que va adentro. Por lo que hace á la de afuera se clasifica, en el órden de bestialidad, así: El mayoral, El zagal, El delantero Y las mulas.

Por decir algo, expresó su agradecimiento al Sr. de Mayoral, que así nombraban al clérigo erudito, y añadió que ya había reconocido en el otro señor sacerdote al benéfico D. Romualdo. «Ya le he dicho también agregó Mayoral , que es usted criada de una señora que vive en la calle Imperial, y prometió informarse de su comportamiento antes de recomendarla...».

Al paso que vamos, pronto seremos el más grande Hospicio de Europa... He recordado esto, porque mi amigo Mayoral, el cleriguito aficionado a letras orientales, me habló de recoger en nuestro Asilo a la compañera de Almudena. Yo le suplico a usted, mi Sr.

¡A almorzar, cabayeros! gritó el Nacional, que se atribuía funciones de mayordomo en el cortijo de su matador. En el centro de la cocina había una gran mesa cubierta de manteles, con redondos panes y numerosas botellas de vino. Acudieron al llamamiento el Plumitas y Potaje y varios de los empleados del cortijo: el mayoral, el aperador, todos los que desempeñaban las funciones de mayor confianza.

Vuelva a su juicio dijo el Gúesped ; que aquí no hay almidones ni toda esa tropelía de disparates que ha referido, y mucho mejor fuera llevalle a casa del Nuncio , donde pudiera ser con bien justa causa mayoral de los locos, y metelle en cura; que se le han subido los consonantes a la cabeza, como tabardillo.

En los Cuarenta y cinco se tenían noticias directas de él, lo mismo que si fuese un matador de toros. El Plumitas estuvo anteayer en mi cortijo decía un rico labrador . El mayoral le dio treinta duros, y se fue luego de almorzar. Toleraban pacientemente esta contribución, y no comunicaban las noticias mas que a los amigos.

No alcanzaron siquiera a interesarme los chistes del galante mayoral que conocía los nombres de todo el mundo en el trayecto; que hacía llover cartas, periódicos y paquetes desde lo alto de la vaca; que mostraba sus piernas en frecuente y terrible proximidad a las ruedas, subiendo y bajando cuando íbamos a toda velocidad; cuya galantería, valor y conocimientos superiores en el viaje nos admiraban a todos los viajeros, reduciéndonos a un silencio envidioso, y que cabalmente entonces estaba hablando con varias personas con visible interés y entusiasmo.