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Y las concepciones cristianas que sustituyeron a las del paganismo, se encuentran hoy en la misma situación en que se encontraron éstas en los tiempos de Séneca, que la describió así: "La religión es considerada por el pueblo como verdadera, por los filósofos como falsa y por los gobernantes como útil". De ella había dicho ya Polibio: "Si fuera posible que un Estado sólo se compusiera de sabios, semejante institución sería inútil; pero como la multitud es naturalmente inconstante, llena de arranques desenfrenados y de cóleras locas, ha sido necesario apelar a esos terrores de lo desconocido y a todo ese aparato de ficciones aterradoras para dominarla".

Pero á continuación de sus cóleras, sentía un fulminante cariño por doña Mercedes, asegurando que, aunque iletrada, era mujer de talento natural y la única con quien podía hablar horas enteras.

Quejábanse los artistas de sus cambios de humor, de sus cóleras alcohólicas, que perturbaban los ensayos con un estrépito de batalla. Su desprestigio comenzó a influir en el renombre artístico de la esposa. A fuerza de comentar los incidentes de su existencia matrimonial, el público la encontraba menos interesante.

Sus lágrimas, surgiendo de pronto en este ambiente hostil, podían ser una señal de combate; iban a producir la explosión de todas las cóleras contenidas que adivinaba en torno de ella. No... ¡no! Y el esfuerzo de su voluntad sólo servía para hacer mayor su angustia, obligándola a humillar el rostro como las bestias dulces y tímidas, que creen salvarse del peligro ocultando su cabeza.

Don Ramón estaba ya acostumbrado a estas cóleras insensatas y no hacía caso alguno de ellas por haberle persuadido, no se sabe quién, de que era achaque común de todos los jóvenes que estudiaban filosofía y letras.

Esta hija menor, á la que apodaba «la romántica», era el objeto de sus cóleras y sus burlas. ¿De dónde había salido, con unos gustos que nunca sintieron él y su pobre china? Sobre el piano se amontonaban cuadernos de música. En un ángulo del disparatado salón, varias cajas de conservas, arregladas á guisa de biblioteca por el carpintero de la estancia, contenían libros.

Jugaba con la cabeza hundida entre los hombros, las fuertes manos sobre la bayeta verde, sin mirar á nadie, sin permitir que nadie le hablase, pues esto desorientaba sus combinaciones. En los días nefastos, al discutir con los empleados ó sus vecinos de mesa sobre una jugada dudosa, las cóleras de Lewis alteraban la calma discreta de los salones.

Y ese día Lucía y Juan estaban en paz: ni permitía Juan, por parecerle como indecoro suyo, aquel llevar y traer de cóleras, que le sacaban el alma de la fecunda paz a que por la excelencia de su virtud tenía derecho.

También Fernando, que durante los primeros meses sólo veía en María Teresa una conquista más, una mujer elegante y hermosa que halagaba su masculina vanidad, sufría de pronto iguales cóleras.

Ni siquiera me había fijado en su cara y su figura: no me había dado cuenta de que es usted guapo... Leonora reía recordando sus cóleras contra Rafael, y éste, anonadado por su franqueza, sonreía también para ocultar su turbación. Pero después de lo de esta noche, le quiero a usted... como un buen amigo.