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En su solitario retiro, á orillas del mar, cuya movible superficie se descubría al través de las abiertas ventanas estendiéndose á lo lejos hasta confundirse con el horizonte, el P. Florentino distraía su soledad tocando en su armonium aires graves y melancólicos, á que servían de acompañamiento el sonoro clamoreo de las olas y el murmullo de las ramas del vecino bosque.

El sol se había puesto dos horas antes y la noche era calurosa como un día de verano. Los dos esposos se sentaron juntos en un banco rústico a orillas del mar. La luna no había aparecido aún en el horizonte, pero las estrellas fugaces cruzaban el cielo en todas direcciones, y las olas iluminaban la playa con sus fosforescencias. Don Diego aun estaba aturdido por la noticia que acababa de oír.

Á medida que el río de Binondo camina á su desagüe, aumenta el movimiento en sus orillas y en sus corrientes.

Los ribazos del rio Machupo son bastante altos sobre un largo espacio de su curso, circunstancia que debe favorecer al cultivo de sus orillas, siendo de estrañar por lo tanto que no se haya pensado en situar las misiones á ménos distancia.

No puede compararse este árido y uniforme paisaje con los valles de Suiza, con las orillas del Rin o con la costa de la isla de Wight.

Los caballos se muriéron de cansancio; se les acabáron las provisiones; y se mantuviéron por espacio de un mes con frutas silvestres. Al cabo se halláron á orillas de un riachuelo poblado de cocos, que les conserváron la vida y la esperanza.

Me acerqué a un muro del castillo, que tenía grabado un elefante, y, siguiendo la visual del ojo, vi que entre dos grandes bloques de piedra se veía en aquella hora la sombra de una peña afilada, colocada a orillas del río. El vértice de la sombra caía en aquel momento al pie de un árbol de argán. Aquél me pareció el sitio mejor para enterrar los cofres.

Detrás de don Recaredo llegaron de un golpe, por haberse juntado unos en el camino y todos a la puerta de la casona, hasta cinco pudientes, más o menos ligados a ella por parentesco lejano o amistad antigua, de las orillas del Nansa, aguas arriba y aguas abajo.

Trájonos este príncipe distinguidos profesores formados en las grandiosas máximas de Perrault y de Fontana: Juvara, Sachetti, Raveglio, Bonavía, trasportándolas de las orillas del Tiber á las del Manzanares, desterrando de todo punto las licenciosas prácticas churriguerescas, inauguraron la segunda restauracion.

Las mujeres usan el mismo traje que las igorrotas, con la única diferencia de ser de color blanco, así como el de los hombres, muy aseado, y bordadas las orillas de colores cuando están de gala; desde la muñeca al codo se atan unos anchos brazaletes de abalorios de colores, tan apretados, que les suele producir inflamación en el brazo y la mano.