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Precisamente, el banquero más rico de la ciudad, Sam Poetor, era pariente de mi compañero de camino, y en cuanto supo nuestra llegada, nos envió á buscar en su coche, hizo recoger nuestros equipajes en el hotel y de grado ó por fuerza nos instaló en su casa. Era el tal un solterón de cincuenta años, y rico como lo son los de aquel país, vivía como un príncipe sin privarse de ningún placer.

En cuanto Harvey encendió un cigarro, se dirigió á Marenval y á Tragomer, que estaban sentados no lejos de Sorege, y les dijo señalando á los cuadros de su amigo: Sam Weller tiene una hermosa galería, pero si ustedes vienen á mi casa del Dakotah, verán que mis cuadros valen tanto como los suyos.

Más adelante veremos la aplicación de este sistema en casi todas las lenguas de la Oceanía. Volviendo á los radicales fia y tu, estudiaremos sus significados en otras lenguas polynesianas. El tahit. firi y sam. fili, significan trensar y el sand. y marq. fio; tienen la misma significación.

Cuando subía a la toldilla, seguido de Old Sam, el contramaestre, que refrendaba las órdenes con los silbidos del pito, se veía a un hombre sabiendo mandar; tenía una gran precisión en sus disposiciones, y su voz áspera de marino, formada de gritar en medio del mar y de las tempestades, parecía hecha para dominar a los hombres y a los elementos.

Hablando de él, decía á su amigo y compatriota Weller: Durante los tres meses que hemos vivido con el conde, no le he visto cometer una incorrección ni decir una inconveniencia. Usted me creerá, si quiere, Sam, pero hubiera dado diez mil dollars por sorprenderle blasfemando ó abrazando á una camarera de á bordo. Pero ni lo más mínimo. Ese hombre es demasiado perfecto y me da miedo.

Poll era un loro inglés; lo habían robado una noche Old Sam y un amigo suyo en el Consulado de Inglaterra de un pueblo del Brasil. Poll, en vez de decir: ¡Bonjour Jacquot! o ¡Lorito real!, como hubiese dicho siendo francés o español, gritaba: ¡Scratch Poll! ¡Scratch poor Polly! y ponía la cabeza entre la reja de la jaula para que se le rascara.

Hasta el presente dicho sea en honor de la verdad todos los militares del Tío Sam, desde los de más elevada jerarquía hasta el más humilde soldado, han procedido con exquisito tacto y corrección intachable; pero ya conocemos á los americanos del ejército, sabemos lo impertinentes que suelen ponerse, y cualquiera impertinencia en los actuales momentos podría originar un verdadero lío de funestas consecuencias para todos.

Con una de esas americanas que preocupan á Marieta, no sin razón. Con miss Lydia Harvey, de Minneapolis. El padre es un gran ganadero que ha hecho una inmensa fortuna y sus hijos siguen el negocio. Pero Sam Harvey vive en París. Es el que ha hecho edificar ese hermoso hotel en la avenida del Bosque de Boloña. Bien puede pagarlo.

Tristán hizo que se trajeran tres rifles más para Old Sam, Allen y el joven grumete, y, a la luz de una literna que llevaba Tommy, nos lanzamos los nueve a pacificar el barco. Toda la parte de la cubierta entre el alcázar de popa y el castillo de proa estaba llena de celestes, revueltos unos con otros.

Tenía bastante con sus recuerdos. El y Old Sam eran los únicos a quienes el capitán pagaba con exactitud la soldada. Nissen nos salvó de muchos peligros. Nosotros, la cuadrilla de vascos, ya habituados a aquella vida extraña e indiferentes a todo cuanto pasaba a nuestro alrededor, nos poníamos a jugar a la manilla o al truque nuestros ahorros.