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Por fin, el señor Snell, el tabernero, hombre dispuesto a ser neutral y acostumbrado a permanecer alejado de las desinteligencias humanas, como inherentes a seres que tenían todos a igual título necesidad de beber, rompió el silencio diciéndole con tono indeciso a su primo el carnicero: ¿Hay gentes que dirían que es un lindo animal el que trajisteis ayer, Bob?

Se arremolinaba el aire á espaldas de las baterías con oleaje furioso. Lacour y su compañero recibían á cada tiro un golpe en el pecho, el violento contacto de una mano invisible que los empujaba hacia atrás. Tenían que acompasar su respiración al ritmo de los disparos.

Mientras hablaremos de otra cosa. Para cosas tristes, tiempo habrá. Procuré tranquilizarla. Le referí mil casos de enfermedades nerviosas que tenían aspecto de gravísimos males, y que con el tiempo y el cuidado habían desaparecido, dejando a los pacientes buenos y sanos. Pareció convencida y, volviéndose a , me dijo sonriendo: Te habrás paseado mucho. Vas a ver esto muy triste.

Caminadas ocho leguas, llegamos á la nacion de los indios Morronos: recibiéronos tambien de paz, y estuvimos dos dias con ellos; y tomada relacion de la naturaleza y calidad de la tierra, con nueva guia proseguimos nuestro camino, y á las cuatro leguas llegamos á otra nacion, no tan populosa, llamada Paronios; tendrá 3,000 indios de guerra: allí nos detuvimos un dia, aunque tenian poca comida.

El día de San Eugenio propuso doña Casta ir de merienda al Pardo; pero las de Rubín no querían ni oír hablar de nada que a diversión se pareciese. Bueno tenían ellas el espíritu para meriendas. Fueron las Samaniegas con doña Desdémona, Quevedo y otros amigos. Por la noche, doña Casta se empeñaba en que todas habían de comer bellota, de la provisión que trajo. Estaban de tertulia en casa de Rubín.

Nicephoro Autor Griego, como de la parte ofendida, cuenta largamente los excesos de aquella milicia, y muchos más Jorge Pachimerio, que dando lugar á su pasion, muerte con mayor malignidad; Pero Montaner niega que los Catalanes se mostrasen implacables y crueles con los Griegos; antes dice que les ayudaban y socorrian, porque con la furia de los Turcos, los fieles de las Provincias de la Asia, huyendo de tan cruel servidumbre, se recogian á Constantinopla, y perecian en los muladares de hambre y de miseria, sin que á los Griegos les moviese á lástima la desdicha de los que tenian por compañeros y amigos; y que los Catalanes con mucha liberalidad y largueza socorrian á muchos que padecían en este comun trabajo.

Los dos criados encontraban cada vez más pesadas sus cestas, y seguían con dificultad a la señora al través del gentío compacto e inquieto que se agitaba a la entrada del Mercado Nuevo, cuyos pórticos, en plena tarde de sol, tenían la lobreguez y humedad de una boca de cueva. Allí era donde resultaba más insufrible el monótono zumbido del Mercado.

En todo estaban de acuerdo: después de tantas conversaciones se encontraba ahora con que tenían una porción de gustos idénticos. En un incidente del diálogo se acordaron del día en que Mesía dejó a Vetusta y encontró en la carretera de Castilla a Anita que volvía de paseo con sus tías.

Con el buen acogimiento que Miguel hizo á Roger y á los suyos, creyeron que las sopechas de María fueron sin fundamento, y vivían tan sin cuidado ni recelo del daño que tan vecino tenian, que divivididos y sin armas discurrian por la Ciudad como entre amigos y confederados. Estaban dentro de ella los Alanos con George su General, cuyo hijo mataron en Asia los Catalanes.

Viendo los turcos lo poco que ganaban en venir á las manos con los del fuerte ni galeras, acordaron de esperar á que acabásemos el agua, porque de los que se huían tenían cada hora aviso de la poca agua que teníamos, y los que se iban, por cubrir su bellaquería y por complacer los turcos, publicaban más necesidad que la que había. Muerto el gobernador Barahona, que tenía cuenta con el agua, se dió el gobierno del fuerte y el cargo de la cisterna al Capitán Antonio de Olivera; y estando herido de un arcabuzazo, se dió cargo del agua á Juan de Alarcón, Secretario de D. Alvaro, que servía de Contador en la fuerza.