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Ponéos un manto, tomad una litera, id por el postigo de la casa del duque, que da á sus habitaciones. Peor aún: ¿qué dirá quien me abra ese postigo, al verme entrar en casa de mi padre de una manera tan misteriosa? El que os reciba, nada os dirá... no se meterá en si vais encubierta ó no.

Bien pronto las atrevidas palabras del Conde la hicieron conocer con quién se las había ... la luna, hasta entonces prudentemente encubierta con una nube espesísima, hizo brillar un instante el acero del celoso cantor delante del pecho de mi amo; poco duró el combate; la espada del Conde cayó a los pies de su rival, y un momento después ya no había un alma en todo el jardín.

Aquella misma noche en que acontecieron al sobrino de su tío las extraordinarias aventuras que dejamos relatadas en el capítulo anterior, y cabalmente en los momentos en que el joven sostenía su extraño diálogo con la dama encubierta, doña Juana de Velasco estaba sentada en un ancho sillón forrado de terciopelo, al lado de una mesa, leyendo á la luz de los dobles mecheros de un enorme velón de plata, un no menos enorme libro á dos columnas, mal impreso y cuyo papel era fuertemente moreno.

El primero que entró en el campo y estacada fue el maestro de las ceremonias, que tanteó el campo, y le paseó todo, porque en él no hubiese algún engaño, ni cosa encubierta donde se tropezase y cayese; luego entraron las dueñas y se sentaron en sus asientos, cubiertas con los mantos hasta los ojos y aun hasta los pechos, con muestras de no pequeño sentimiento.

No bien hubo tocado los cristales Cuando el noscivo monstruo á la desierta Campaña dió de púrpura señales, Quedando la traicion mal encubierta, El agua salpicada de corales, El lobo ausente y la cordera muerta.

La señora de Aymaret escribió a Beatriz aquella misma noche en encubierta forma, a fin de darle detalles sobre su conferencia con Pierrepont.

¡Por Dios -dijo Sancho-, que vuesa merced me ha sacado de una gran duda, y que me la ha declarado por lindos términos! ¡Cuerpo de ! ¿Tan encubierta estaba la causa de mi dolor que ha sido menester decirme que me duele todo todo aquello que alcanzó el palo?

Y por si esto pudiera ofenderla, dijo después: Usted, mamá, debe escuchar con gusto que Julia es guapa, porque además de ser su hija, se le parece notablemente. Tampoco admito esa flor encubierta... ¡Te has vuelto muy galante, Miguel! repuso la brigadiera dignándose sonreír afablemente. Más había de galantería que de verdad en lo que aquél acababa de decir.

¡Su mujer doña Clara! ¡aquella dama cuyo semblante apenas visto le había deslumbrado! ¡aquella divina y magnífica hermosura, que encubierta había asido á su brazo! ¡aquella dama tan gentil, tan joven, tan pura, que le había llamado para recoger una prenda de la reina y que había acabado de enamorarle! ¡aquel dulce imposible estaba vencido!

Pero continúo con mi suposición: supongamos que con tales antecedentes sale una noche la señora condesa de Lemos en una litera por un postigo de su casa muy encubierta, y que yo, por casualidad, paso por la calle y veo aquello; que al ver aquello me acuerdo de lo otro que por casualidad, ajusto la cuenta por los dedos, entro en curiosidad de saber en lo que quedará la aventura, y me voy detrás de la litera y de los hombres que la acompañan; que así andando, andando, y recatándome, amparado de una noche obscura, sigo á la litera por espacio de cinco leguas, y entro tras ella, recatándome siempre en un lugar... supongamos que aquel lugar es Navalcarnero; que la litera se para delante de una casa y sale la condesa de Lemos muy tapada y se obscurece en la casa, cuya puerta se cierra en silencio; que yo me quedo á la mira, y á las dos noches después, vacilante y trémula, veo salir de nuevo á la señora condesa muy tapada, que se mete en la litera, y que la litera sale del pueblo y toma el camino de Madrid.