United States or Maldives ? Vote for the TOP Country of the Week !


En aquella escuela de acento y de prosodia siguió el niño atando cabos, y un día, después de una larga conversación con don Joselito, en que el maldito enano tanteó todo lo que podía esperar su codicia de aquel ánimo generoso si conseguía iniciarle de una vez y guiarle más tarde por los laberintos del vicio, el niño ató el último cabo... Desde entonces varió de carácter; había visto más de lo que esperaba ver, y una gran vergüenza clara ya y distinta, y un odio feroz, implacable y reconcentrado, nacieron a la vez en su corazón, impidiéndole aquella levantar los ojos delante del último lacayo, haciéndole este afilar en silencio el puñal de su rencor, para cuando él fuera hombre, para cuando él mandara en su casa...

Arreglado y puesto en práctica el método propuesto, serían en mi concepto infalibles las favorables resultas, así para la factoría como para los indios, pues tenían seguros los jornales, y dónde proveerse en todas sus necesidades, los que no tuviesen labranzas propias, y los que las tuviesen la seguridad de vender todos sus frutos a un precio fijo y determinado; y la factoría la seguridad de unos crecidos aumentos en todos los ramos que beneficiase, no quedándome duda que en un pueblo de medianos fondos y proporciones no bajarían de 8 a 10.000 pesos las utilidades anuales, aun considerados a los principios y con solas las faenas presentes, lo que evidenciaré a usted con el siguiente tanteo.

El cochero bajó y tanteó la puerta, que estaba sólidamente cerrada. ¡Magdalena! ¡Magdalena! Nadie contestó. ¡Magdalena! ¡, Magdalena! continuó el cochero con irritación cada vez más patente. ¡Magdalena! añadió el correo persuasivamente. ¡Oh, Magdalenita! Pero la tal Magdalena, al parecer insensible, dio la callada por respuesta.

Gambetta lee tranquilamente, de tiempo en tiempo, sin apartar los ojos del libro, estira la mano y busca a tanteo la campanilla y la hace vibrar: «Silence, Messieurs, s'il vous plaitrepiten cuatro ujieres, con voz desde soprano hasta bajo subterráneo. Nadie hace caso; el ruido aumenta, se hace tormenta, luego el caos.

Saltó hacia el cofre de hierro, tanteó por todas partes la cerradura, la sacudió temblando y jadeando, bramó de desesperación cuando comprendió que era imposible violentarla. Sin embargo, en aquel cofre había un objeto, un escrito cuya posesión hubiera comprado al precio de su sangre.

Volvió a gritar con un acento de desesperación, que desgarraba el alma, pero todo fue en vano, nadie le contestó tampoco; se incorporó de nuevo y arrastrándose con trabajo tanteó las paredes, buscando el botón de la campanilla eléctrica: después de unos minutos lo encontró y lo hundió con desesperación: el silencio era tan profundo que oyó el martilleo peculiar del timbre en el fondo de la casa; esperó, pero nadie vino: llamó de nuevo y siguió llamando incesantemente; la casa estaba sola, nadie le respondía.

Entre S. E. y el alto empleado había siempre divergencia de opinion y basta que el último haga una observacion cualquiera para que el primero se mantenga en sus trece. El alto empleado tanteó otro camino. Las armas de salon solo pueden dañar á los ratones y gallinas, dijo; van á decir que... ¿Que somos gallinas? continuó el General encogiéndose de hombros; y á , ¿qué?

De repente una granada visitó con estruendo nuestro campo, reventando hacia la izquierda, por donde estaban los generales. Era como un saludo de cortesanía entre dos guerreros que se van a matar; un tanteo de fuerzas, una bravata echada al aire para explorar el ánimo del contrario. Nuestra artillería, poco amiga de fanfarronadas, calló.

El primero que entró en el campo y estacada fue el maestro de las ceremonias, que tanteó el campo, y le paseó todo, porque en él no hubiese algún engaño, ni cosa encubierta donde se tropezase y cayese; luego entraron las dueñas y se sentaron en sus asientos, cubiertas con los mantos hasta los ojos y aun hasta los pechos, con muestras de no pequeño sentimiento.

Pero había perdido en el tanteo la poca serenidad que le quedaba. Entonces se tragó el segundo vaso de agua; y al ver desocupados los dos, el ujier puso a su lado otra bandeja con otros tres. Hizo un esfuerzo supremo, y se tiró de pechos al asunto, como pudiera haberse tirado desde un balcón a la calle, si junto a le hubiera tenido abierto. ¡Así salió ello!