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Solamente a la parte opuesta de Villanueva y en un repliegue del llano había algunos árboles más numerosos formando a la manera de pequeño parque en derredor de una vivienda de cierta apariencia. Era una construcción de estilo flamenco, alta, estrecha, salpicada de raras ventanas irregulares y flanqueada de torrecillas con aguda techumbre de pizarras.

La llanura se desarrolla con majestad, pero no sin monotonía, salpicada de numerosas villas y aldeas, rodeadas de vastas plantaciones de cereales, tabaco, legumbres, lúpulo y plantas filamentosas y oleaginosas. Del lado del Rin el horizonte es abierto y muy extenso, aunque la mirada se detiene á veces en hermosos bosques que salpican la llanura.

En primer término está la barranca rojiza que domina al Magdalena, salpicada de barracas de pescadores, de las mas extrañas formas; después el caserío, compuesto de dos calles rectas, con 40 ó 50 casitas de paja muy blanqueadas, todas separadas y á la sombra de una multitud de cocoteros, mangos y naranjos; detras de la faja gris oscura de la selva tupida, y en último término las lejanas serranías occidentales que separan al Estado de Antioquia del inmenso valle del Magdalena.

A la vez que un lacayo le quitaba de los hombros la negra capa salpicada de nieve, Bracamonte repuso: Que se pretende dar parte al Santo Oficio en la causa de Antonio Pérez, para burlar de esta suerte los Fueros de Aragón.

El calavera silvestre es un hombre de la plebe, sin educación ninguna y sin modales; es el capataz del barrio, tiene honores de jaque, habla andaluz; su conversación va salpicada de chistes; enciende un cigarro en otro, escupe por el colmillo; convida siempre, y nadie paga donde está él; es chulo nato; dos cosas son indispensables a su existencia: la querida, que es manola, condición sine qua non, y la navaja que es grande; por un quítame allá esas pajas le da honrosa sepultura en un cuerpo humano.

Horacio no se equivocó, en efecto: Jacobo comenzó inter pocula sus confidencias, hablando lentamente, muy bajo, a retazos, como un hombre agobiado de pena que destila gota a gota por los labios la amargura que inunda su alma... Abrumábale el peso de un remordimiento, de una espantosa catástrofe de que había sido él causa involuntaria, obligándole a huir de Constantinopla con el corazón hecho pedazos y la conciencia salpicada de sangre...

El amor á los hijos, la veneracion á los padres, la fidelidad con los amigos, la compasion por la desgracia, la gratitud hácia los bienhechores; el horror que nos causa un padre cruel, un hijo parricida, una esposa adúltera, un amigo desleal, un traidor á su patria, una mano salpicada con la sangre de una víctima, la opresion del desvalido, el desamparo del huérfano, la ingratitud con el bienhechor; estos sentimientos, ¿no muestran mas claro que la luz del dia, la mano del Todopoderoso esculpiendo en nuestras almas las ideas del órden moral, y fortaleciéndolas con sentimientos que instintivamente, aun cuando nos faltase el tiempo para reflexionar, nos indicasen el camino que debemos seguir?

Deslumbra la vista el brillo que despiden las anchas extensiones de hierba salpicada con las estrellas de color sonrosado subido del sueño, con los azules manojos de miosotis, con las anchas flores del aster de los Alpes, cuyo corazón es de oro.

La vereda, ensanchándose, se internaba por tierra montañosa, salpicada de manchones de robledal y algún que otro castaño todavía cargado de fruta: a derecha e izquierda, matorrales de brezo crecían desparramados y oscuros.

La casa reposaba en un cimiento de piedras menudas hasta el suelo del primer piso, y de ahí para arriba todo el edificio se componia de tablas de abeto graciosa y cuidadosamente unidas. En derredor todo era guirnaldas flotantes, enhiestos arbolitos y alfombras de grama salpicada de flores silvestres.