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Asombrábase Miguel de esta trasmutación que en sentía, que él hasta entonces de tal manera no había amado, ni aun creído pudiese ser el amor. En que se relata una aventura que le salió al pavo a Cervantes, cuando a las aventuras de sus amores iba.

Y así como se supone y casi se entrevé una tierra lejana cuando se va navegando a la aventura, así entreveía ella la contingencia de quererle con amor más firme, y de pasar a su lado toda la vida, llegando a no desear nunca otra mejor.

»Olvidaba decir a usted que para hacer más encantadora mi aventura, la historia, es decir, diez y siete siglos de guerras, de tratados de privilegios, de tiranía, de fanatismo religioso, se oponen a que sea mía.

Pero los que bailaban con las máscaras hallábanse poco más ó menos en el mismo grado de la escala alcohólica y no se quedaban cortos en las respuestas. Solamente las mujeres estaban disfrazadas: hombres, uno que otro por excepción, acaso para llevar á feliz término alguna aventura que exigiese misterio. Las luces y el vaho de tanta gente habían formado ya una atmósfera espesa y asfixiante.

Y luego se hincó de rodillas y hizo una oración en voz baja al cielo, pidiendo a Dios le ayudase y le diese buen suceso en aquella, al parecer, peligrosa y nueva aventura, y en voz alta dijo luego: ¡Oh señora de mis acciones y movimientos, clarísima y sin par Dulcinea del Toboso!

Cuarta parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha Capítulo XXVIII. Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y barbero sucedió en la mesma sierra

Duró esta aventura diez y ocho meses, y comenzaba ya a sentir las proximidades de la saciedad cuando recibió un día la notificación de un cambio de residencia. Al conocer la triste nueva, la señora Miguelina se deshizo en lágrimas.

Vuestra hermosura... la ocasión en que os vi... la aventura que sobrevino... yo no , señora, no por qué os amo; pero y os lo digo por la última vez, que este amor, que ha sido el primero para , será también el último. Hizo un movimiento de impaciencia la dama.

Desde entonces, la majestuosa viuda empezó á pensar en lo urgente que era librarse de este aspirante á la dignidad de yerno suyo. La gallardía física del buen mozo, su aventura militar, que tanto entusiasmaba á las jóvenes, y sus destrezas de danzarín, eran para la señora Haynes otros tantos títulos de incapacidad.

Capítulo XII. De la estraña aventura que le sucedió al valeroso don Quijote con el bravo Caballero de los Espejos