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Por fin la señora de Freneuse se separó, enjugó sus ojos y dijo mirando afectuosamente al joven: Gracias, Cristián, por haber vuelto. Por unos minutos ha hecho usted resucitar el pasado. Veamos ahora qué ha hecho para que el porvenir sea mejor.

No he visto ni uno solo, pero tengo sus expedientes entre mis papeles; conozco su pasado, su presente, su profesión, su residencia y podría enumerarlos a todos por sus nombres, apellidos, nombres falsos y apodos. César, señora, mejor que un gran capitán, fue el primer jefe administrativo de su época. ¿Y había licenciados de presidio en la república romana?

Después de carreras, exclamaciones y cabildeos, bajó la criada a abrir la puerta, y subió al punto diciendo: Que aquí está el tutor de la señorita Carmen. La señora de la casa, tan espavecida corno si la hubiesen dicho: «Dése usted presa», contestó con un leve esbozo de sonrisa: Que pase..., que pase....

Ana, como trata con un capitán mercante, no se quiere rebajar a que la vean alumbrando; dice que cuando llegue la Bella Luisa la avergonzaría su marino.... ¡Y aquella tonta de Guardiana tuvo valor a decirme que ella sólo cogería un hacha para ir en la procesión de Nuestra Señora de la Guardia!

La del diente menos, estirándose más y tomando una actitud más que perezosa, chabacana, le dijo entre risas muy descorteses: «Si estuviera aquí la Señora, no pasaría usted esos apurillos, porque con echarse a sus pies y llorarle un poco... Dicen que la Señora consuela a todas las amigas que le van con historias y que tienen maridos tacaños o perdularios.

Mañana vendré por aquí, a ver cómo anda esto, y a decirle a usted lo que tiene que hacer... Pero, cuidadito, que no salgamos con echarse en el surco y volver a las andadas. Porque si mi señora suegra se tuerce en cuanto yo vuelva la espalda, y empieza a derrochar y hacer disparates... No, no, hija... ¡Qué cosas tienes! Claro, que si se me dice tanto así, yo no me meto en nada.

No creo que sea preciso, porque esta bien claro mi derecho. Vuestra serenísima majestad cogerá una herencia, porque sin herencia todo sería pulgas, ¿verdad, hermosa? Mi madre no vive. Mi abuela . ¡Ah!, ¿la abuelita de tu vuecencia vive? ¿Y quién es la señora pindonga? No se burle usted, tía.

Mi mamá nos ha visto dijo . Sr. de Araceli. Escápese usted, sálvese usted, pues todavía es tiempo. Subamos, y diciendo la verdad nos salvaremos los dos. En el corredor Presentación cayó de rodillas ante su madre que al encuentro nos salía, y exclamó con ahogada voz: Señora madre ¡perdón!, yo no he hecho nada. ¡Qué horas son estas de venir a casa!... ¿Y D. Paco, y las otras dos niñas?...

Apenas bebo un poco, me asalta el recuerdo de mi vecino el hombre lúgubre y quiero averiguar el misterio que guarda en el camarote inmediato. Había hablado a sus compañeros de esta novelesca vecindad, dando por real e indiscutible todo lo que él llevaba en su imaginación. Una gran señora, princesa rusa o archiduquesa austriaca en esto dudaba Maltrana , venía prisionera en el buque.

Encontré a la condesa Elga cogiendo flores en el jardín y le rogué que ofreciese las mías a su señora. La amada de Tarlein parecía radiante de felicidad, olvidada por el momento del odio que el duque de Estrelsau profesaba al predilecto de su corazón, único obstáculo que hasta entonces había empañado la dicha de ambos amantes.