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Su clasicismo es un término medio entre el de moda en Francia, y el nuevo romanticismo alemán, si bien informado por más altas ideas, que no le hacen transacción, sino síntesis. No quiere Goethe la mera imitación, ni tampoco la fantasía pura y libre, sino ambas facultades enlazadas, de cada uno de cuyos ejercicios nace una manera, mientras que de la unión de ambos procede el estilo.

Llevó el pintor el cuadro al cabo de cierto tiempo, pero era claro que ni cupieran once mil cuerpos en un lienzo, ni había para qué ponerlas todas; había, pues, imaginado el pintor de Ubeda figurar un templo de donde iban saliendo, y así sólo podrían contarse alguna docena en primer término, dos o tres docenas en segundo, e infinidad de cabezas que de las puertas salían.

Al siguiente día llegamos al puerto de Lisboa, término de mi viaje. D. Pepito continuó el suyo hasta Inglaterra. Gran ventura fue ésta para . No hubo tiempo para desengaño, cansancio ni hastío.

Era el sabio de la familia. Doña Cristina lo admiraba porque no podía leer sin el auxilio de unos lentes y porque ingería en la conversación palabras latinas, lo mismo que los clérigos. Enseñaba retórica y latín en el Instituto de Manresa, y hablaba de ser trasladado algún día á Barcelona, término glorioso de una carrera ilustre.

Para Caragòl no ofrecía dudas la suerte de todo submarino que les saliese al encuentro: el «chico de Vannes» iba á hacerlo añicos al primer disparo. Una tarjeta postal, obsequio del bretón, representando la tumba del santo, figuraba en el sitio de honor de la cocina. El viejo le rezaba como si fuese una estampa milagrosa, y el Cristo del Grao iba quedando en segundo término.

Mi colega de Plany en Val me escribe que está encargado por uno de sus clientes de encontrar una joven de buena familia, de 22 a 26 años, bonita, seria, bien educada y perfecta dueña de su casa, que tenga tanto en dote como en esperanzas... ¡Oh! exclamé con indignación. ¿Qué hay? me preguntó el notario muy tranquilo. Acaso la palabra esperanzas... Es el término corriente.

Catalina Lefèvre, que se hallaba más cerca, escuchaba con las cejas fruncidas; su cara huesuda, su nariz aguileña, los tres o cuatro rizos de cabellos grises que caían al azar sobre sus sienes descarnadas y sobre los pómulos de sus hundidas mejillas, la contracción de sus labios y la fijeza de su mirada, llamaron en primer término la atención del oficial; luego éste descubrió el rostro pálido y dulce de Luisa, detrás de la anciana; más allá, a Jerónimo, con su barba rojiza, cubierto con una túnica de estameña; al anciano Materne, apoyado en su carabina, y más lejos a todos los demás; por último, la elevada bóveda de piedra roja, cuyas masas ingentes, formadas de sílex y de granito, avanzaban por encima del precipicio con algunas zarzas marchitas en las hendeduras, servía de fondo.

Fáltame añadir, para que sea completo el retrato, que era alto y seco; que veía y oía bien; que tuteaba á todo el género humano, y que se preciaba de no tener pelillos en la lengua, esto es, de decir cuanto se le ocurría, con una franqueza que tocaba y hasta pasaba á menudo sus límites, entrando con banderas desplegadas por la jurisdicción y término de la desvergüenza.

Al conocer la cifra hizo un gesto plañidero; pero sonrió á continuación, como si este compañerismo en la desgracia le hiciese más llevaderas sus propias pérdidas. Quedaron un rato en silencio. Luego explicó ella su presencia en la plaza. Había jurado la noche antes no acercarse más al Casino; ¡pero la costumbre!... Estoy sola. Valeria se ha ido apenas terminó el almuerzo.

En tal término y punto está la cosa, Que si Don Diego á caso allá bajára, Hallára nuestra gente deseosa De cualquiera revuelta y se holgára. Mas quiso con su mano poderosa El Alto remediar; que si la alzára, El Argentino todo se perdiera Y en aprieto al Perú todo pusiera. Alguna vez á mis oídos, Que Don Diego venia levantado, Y que se holgaban los nacidos En la tierra del caso relatado.