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Para él, romántico hasta sentir el estado de dolorosa melancolía que provoca una simple garúa que agrisa el patio, la criatura aquella, con su cara angelical, sus ojos azules y su temprana plenitud, debía encarnar la suma posible de ideal. Para ella, Nébel era varonil, buen mozo e inteligente. No había en su mutuo amor más nube para el porvenir que la minoría de edad de Nébel.

»Luego me arrepiento pensando que acaso el que escribió ese libro es un buen hombre que tiene seis hijos y que trabaja todo el día en una oficina. Y resulta que al mal humor que tenía antes se añade este otro. Y, por eso, yo rehuyo cuanto puedo el escribir acerca de los libros que tengo sobre la mesa y digo que todos son admirables, aunque no los haya leído.

Yo, que estaba mirando esto con un hombre a quien había dicho, preguntando por él, que era un gran caballero yo , veo a mi buen tío, y echando en los ojos por pasar cerca , arremetió a abrazarme, llamándome sobrino. Penséme morir de vergüenza; no volví a despedirme de aquel con quien estaba.

Doña Juana se puso encarnada, hizo una profunda reverencia al duque de Gandía, y adelantó con menos apresuramiento hasta su padre, y se arrodilló y le besó la mano. ¿Te han dicho que no volverás al convento, hija? la preguntó el conde. , señor. ¿Y te pesa? No, señor. Dilo sin reserva, sin temor. Yo no tengo más voluntad que la de mi buen padre. Se trata de que cambies de estado.

Hay además quien asegura que Putifar era muy buen letrado, que poseía casi toda la ciencia de los egipcios, y que compuso memorias sobre las inundaciones del Nilo y sobre otros puntos no menos importantes. Pero todo esto se ha olvidado y ya nadie le recuerda ni le nombra, sino a causa o por culpa de su mujer.

Era su camarera, anunciándole que la señora de Lerne deseaba hablar un momento con la señora baronesa. ¡La señora de Lerne! , señora... ¿Diré que la señora está un poco enferma? La señora no tiene buen aspecto. Hazla entrar. La señora condesa de Lerne apareció, lívida, la mirada extraviada, todas las líneas de su cara hundidas, y convulsas.

La intriga se arma en la calle Florián, preguntando a éste y a aquél, si están invitados a la tertulia en casa de X... y cuando llega la hora del Altozano, toda la cachaquería no habla de otra cosa. Al fin, la especie llega a oídos de la víctima elegida, que, si es hombre de buen gusto, sonríe e invita.

Ya en la ciudad de nuestro cuento, cuya gente acomodada había ido toda, y en más de una ocasión, de viaje por Europa, donde apenas había casa sin piano, y, lo que es mejor, sin quien tocase en él con natural buen gusto, tenía Keleffy numerosos y ardientes amigos; tanto entre los músicos sesudos, por el arte exquisito de sus composiciones, como entre la gente joven y sensible, por la melodiosa tristeza de sus romanzas.

No se sabe cuánto tiempo fué Rojas actor; pero no hay duda de que en el año de 1611, en que publicó otro libro, titulado El buen repúblico, había abandonado el teatro y residía en Zamora, hecho ya notario público.

Pero fuera de eso, que es lo excepcional continuaba Mesía diciendo hay que desengañarse, lo que buscan las mujeres es un buen físico.