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Había adivinado todo lo que estaba diciendo y esto le satisfacía. Así no quedaba desbaratado el andamiaje de la larga contestación que traía preparada. Aquel hombre era inflexible e inmutable. Llevaba treinta años diciendo lo mismo. Aquel discurso lo había leído Rafael un sinnúmero de veces.

No aseguraré yo que él hubiese leído los Ensayos de Lord Macaulay, aunque me parece que hay de ellos versión castellana; pero, si no los había leído, su mérito era mayor, pues coincidía con el positivista noble Lord en uno de sus más singulares pensamientos.

Ante aquella prueba de saber, Aarón lanzó una nueva mirada furtiva por detrás de la silla. , la verdad es que las habéis podido leer fácilmente dijo Dolly . Ben me la ha leído muchas veces, pero se me van de la cabeza. Es tanto más sensible cuanto que son buenas letras; de otro modo no estarían en la iglesia.

Si hubiera previsto que estas cartas iban a contrariar a usted tanto, no se las hubiera leído.

De una parte, a la cabecera de la cama, permanecían, en pie, Apolonio y Chapaprieta, el capellán de la casa de Somavia, en la mano, y con un dedo entre los folios, el libro donde había leído la recomendación del alma. De la otra parte, una monja le enjugaba el sudor que resbalaba a hilos de la frente y de la calva. El peluquín se veía suspendido en un boliche de la cama.

Si la disposición de ánimo, que de este afecto nace, no tuerce mi juicio, inclinándole a la benevolencia, me atrevo a afirmar que la obra literaria, que el nuevo Académico nos ha leído, corrobora las razones que para elegirle tuvisteis, siendo dichosa muestra de sobriedad, tersura y sencilla elegancia de estilo y cumplido dechado de crítica juiciosa.

, letor, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo más; puesto que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y muerte dicen que se retrató della, y dijo que él la había inventado, por parecerle que convenía y cuadraba bien con las aventuras que había leído en sus historias''.

«No es caso nuevo ni mucho menos decía . Los libros están llenos de casos semejantes. ¡Yo he leído mi propia historia tantas veces...! ¿Y qué cosa hay más linda que cuando nos pintan una joven pobrecita, muy pobrecita, que vive en una buhardilla y trabaja para mantenerse; y esa joven, que es bonita como los ángeles y, por supuesto, honrada, más honrada que los ángeles, llora mucho y padece, porque unos pícaros la quieren infamar; y luego, en cierto día, se para una gran carretela en la puerta, y sube una señora marquesa muy guapa, y ve a la joven, y hablan, y se explican, y lloran mucho las dos, viniendo a resultar que la muchacha es hija de la marquesa, que la tuvo de un cierto conde calavera?

Leído esto, Soraberri tosió, escupió y comenzó esta relación con gran solemnidad: «Enemistad antigua señalada avya entre el solar d'Ohando, que es del reino de Navarra, é el de Zalacaín, que es en tierra de la Borte.

Á veces no hemos recogido ningun dato nuevo, no hemos leido ningun libro ni oido ninguna observacion que nos pudiera ilustrar, y sin embargo por sola la fuerza de la reflexion propia, nos hemos formado ideas claras y distintas, cuando antes solo las teníamos confusas.