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Pues bien; a este mismo joven le he visto después ignominiosamente atado a la carretela de un bárbaro, que le llevaba a un paso muy superior a sus piernas. Y la hija del bárbaro aún parece que se reía de él.

Escuchábale paseando por la habitación en sentido diagonal, las manos en los bolsillos, la mirada húmeda y siniestra. Tan sólo levantó la cabeza para decir con firmeza: Llévesela usted donde quiera... ¡Pero que no vea a mis hijas! No quiero que sus labios las toquen. Al obscurecer entró un criado a avisarle que dos señores que habían llegado en una carretela, deseaban hablarle con urgencia.

En la callejuela sombría esperaba la carretela. El cochero, fiel á su promesa, no la había abandonado, pero se había hecho llevar una botella de vino y bebía á la salud de los novios. Las once acababan de dar en el campanario del pueblo. El momento de la partida se aproximaba.

Körner, Marta, Sebastián y el tío aconsejaron a Emma que cuanto antes se echase al agua. Minghetti vencía. Se buscó una carretela de buenos muelles, se encargó que fuera al paso, y el matrimonio y Eufemia se fueron a la orilla del mar. Emma quería sentir algo extraño con el movimiento del coche; esperaba de aquel viaje imprudente una especie de milagro... natural.

Clementina había echado los cierres de las ventanillas para no ser vista de algún conocido; pero en cuanto salieron de la Puerta de Alcalá pidió Raimundo que los bajase; por cierto con tan poca oportunidad, que en aquel momento cruzó a su lado una carretela abierta donde iban Pepe Castro y Esperancita Calderón, recién casados.

¡Yo, ministra! exclamó . ¡Y tendré coches, y los lacayos se me quitarán la chistera con galones dorados, y mi tío el Federal se quedará con un palmo de boca abierta cuando pase en carretela por la Puerta del Sol, frente a su oficina!... ¡Y irás a Palacio y te tratarás con las grandes damas, y...! El rostro de Feli pareció entenebrecerse.

Un hijo no riñe a su madre. Pero la mata a disgustos; la compromete, compromete la casa... la fortuna, la honra... la posición... todo... por una... por una.... ¿Dónde ha comido usted? Era inútil mentir, además de ser vergonzoso. Su madre lo sabía todo de fijo. El Chato se lo habría contado. El Chato que le habría visto apearse de la carretela en el Espolón.

Ya se oía el rumor sordo y como subterráneo de las ruedas... el aliento fogoso de los caballos cansados... y, por fin, la voz chillona de Ripamilán.... Ahora callaban los del coche grande. La carretela iba a pasar junto al Magistral, que se apretó a la columna de hierro, para no ser visto. Pasó la carretela a trote largo. De Pas se hizo todo ojos.

Cuando D. José la vio salir y entrar en la carretela de aquel ente que le llamaba Pepillo, cuando la vio partir... ¡Oh, qué horrores alumbra el desvergonzado sol, esa cínica lumbrera que no sabe llenar de tinieblas la tierra cuando se consumen hechos tan contrarios a las hermosas leyes del bien!

Empújala suavemente hacia la carretela acolchada de seda blanca y florida con bolas de nieve en armonía con la decoración de invierno, verdadera antecámara de enamorados.