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No hay más cartas de D. Luis de Vargas que las que hemos transcrito. Nos quedaríamos, pues, sin averiguar el término que tuvieron estos amores, y esta sencilla y apasionada historia no acabaría, si un sujeto, perfectamente enterado de todo, no hubiese compuesto la relación que sigue.

Ahogaré este amor y viviré para Linilla; pensé ¡sólo para ella! ¡Le escribiré, iré a verla, y le confesaré todo! ¡Es tan buena, tan sencilla, tan cariñosa!... «Mira Angelina, Linilla mía, ¡perdóname! le diría yo. He sido infiel a tu cariño, a tu amor.

Os he referido esa sencilla historia, para que sepáis cuáles fueron los motivos que determinaron mi vocación, y cuáles las desgracias que labraron en esta fuerza para los sufrimientos, este desdén con que miro las grandezas humanas.

De todos modos entró en el salón triunfante con su pareja... de un minuto. Tuvo tiempo suficiente, sin embargo, para participar del triunfo de Ana. Las conversaciones se suspendieron, las miradas se clavaron en la hija de la italiana. Hubo un rumor de asombro: ¡La Regenta! ¡La Regenta! ¡Quién lo diría! ¡Pobre Magistral! ¡Y qué hermosa! ¡Pero qué sencilla!... Esta exclamación fue de Obdulia.

¿Pero tiene hecho algún voto? No. ¿Sabe ella vuestra voluntad? No, porque yo quiero que haga la suya. ¿Habéis hecho alguna promesa á Dios? Tampoco, porque no puedo prometer lo que otro ha de cumplir, y mucho más cuando ese otro es hija mía. ¿De suerte, que sólo tenéis un ligero deseo de que sea monja? Es tan candorosa, tan sencilla mi hija doña Juana...

¿Qué cosa más natural que advertirme de ello cuando entré en el hotel? ¿Qué cosa más justa y más sencilla que decirme: «paga usted siete francos por la habitacion y uno por el servicio?» ¿Y si yo no hubiera tenido más que los siete francos, único compromiso que contraje?

Pero doña Beatriz no había penetrado en más salones que en los de la Condesa de San Teódulo; no iba a paseo en coche, por la sencilla razón de que no le tenía, y a misa iba a otras iglesias y a otras horas que las de Elisa. Sea como sea, se pasaron meses sin que Elisa llegase a ver a doña Beatriz. Bien es verdad que, si Elisa andaba curiosa, andaba también temerosa de verla.

Es tan sencilla, y, sin embargo, tan extraordinariamente complicada a su vez, que las posibles combinaciones que pueden hacerse con ella ascienden a millones. ¡Piensa en ello! Pero tenemos la rima, la cual, distintamente, nos indica su arreglo. Y volví a repetir la copla. Es bastante claro, y debíamos haberlo visto desde un principio respondí.

¡Ah, no te cases viejo!... Cada vez que yo pienso que no podré ya ver mujer a mi hija, me desespero. Me parece que el Cielo me ha hecho concebir una esperanza para quitármela en seguida. sabes cuan desgraciado he sido en mi vida pasada. ¡Qué mujer aquella que me deparó el Cielo!... Cásate joven y con una mujer dulce y sencilla.

Que esto sea dentro de un año, de dos, de veinte, poco importa, con tal que suceda. Mientras más tiempo espere más ganas tendré; las buenas tajadas se comen frías, como la cabeza de jabalí con vino blanco. El contrabandista decía tales palabras de una manera sencilla; pero los que le conocían adivinaban en ellas algo peligrosísimo para Yégof.