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Además, nunca fuí excesivamente desgraciado, porque no tengo imaginación; no me consumía rodando en torno de paraísos ficticios, nacidos de mi propia alma deseosa, como las nubes de la evaporación de un lago; no suspiraba mirando las lúcidas estrellas, por un amor espiritual a lo Romero o por una gloria humana a lo Camoens. Soy muy positivista.

Creados por una época positivista, y adecuados a la ciencia náutico-militar de estos tiempos, que mediante el vapor ha anulado las maniobras, fiando el éxito del combate al poder y empuje de los navíos, los barcos de hoy son simples máquinas de guerra, mientras los de aquel tiempo eran el guerrero mismo, armado de todas armas de ataque y defensa, pero confiando principalmente en su destreza y valor.

Sinembargo, como individuo el Inglés vale mucho mas que el Frances, y me atengo siempre mas á la palabra seca del orgulloso pero leal británico, que a la fraseologia elegante pero vana del Frances. El Inglés como amigo, es útil; el Frances no es mas que muy agradable; porque el uno es positivista y el otro artístico.

Preocupado con tales ideas, encaminéme en busca de un químico ilustre, espíritu positivista y sólido, novador tan prudente como atrevido, y sin preámbulos establecí ex abrupto mi pregunta: «Caballero, ¿qué es, á vuestro entender, ese elemento viscoso, blanquizco, que ofrece el agua del marLa vida.

Acaso no hay nación en toda Europa más positivista, más próspera, más industrial y mercantil, más rica y más aficionada a la riqueza que la Gran Bretaña, y tampoco hay nación en Europa que guste tanto de versos, que posea tan gran número de buenos poetas y donde más discursos se pronuncien.

Pero que, si por el contrario, era yo un positivista convencido, creyendo en la evolución constante y por lo tanto en el encadenamiento de los seres organizados, tendría que ser lógico admitiendo que el negro, como el caballo, como el toro o las aves se encontraba a un nivel bien inferior al nuestro y podíamos, en consecuencia, utilizarlo legítimamente en la satisfacción de nuestras necesidades ¡Pero a eso paso, usted aceptaría hasta la práctica de comernos a los negros! ¡No, porque la carne de vaca es mejor y las vacas no pueden cortar la caña ni recoger el tabaco! ¡Aquel hombre era un socialista en absoluto y no caían de sus labios sino planes de reforma con vistas a la felicidad humana sobre la tierra!...

Rigurosamente cierto: Voltaire hizo lo que todos; lo que aquel filósofo positivista que al terminar una conferencia negando la existencia del alma, anunció la próxima, diciendo a su auditorio: «el sábado, si Dios quiere, demostraré que no hay Dios». Por lo visto, eres todo un creyente dijo Ricardo. Yo , ché; ¿para qué negarlo?

Fría, impasible, calculadora como eco de una sociedad que era positivista antes que el positivismo tuviese una fórmula científica, ha agotado el arsenal de los sofismas ligeros, parto de esa lógica sin entrañas, con la cual el hombre pretende engañarse a mismo; pero sofismas de éxito seguro, porque hablan al egoísmo, cifra y compendio de todos los malos instintos de nuestra caída y pecadora naturaleza.

No aseguraré yo que él hubiese leído los Ensayos de Lord Macaulay, aunque me parece que hay de ellos versión castellana; pero, si no los había leído, su mérito era mayor, pues coincidía con el positivista noble Lord en uno de sus más singulares pensamientos.

¡Y es tan positivista el siglo <sc>xix</sc>! En otros tiempos la hermosura y la virtud podrán haber sido un magnífico dote: hoy el dote está sobre la virtud y sobre la hermosura: los viejos son los únicos que se casan con las mujeres jóvenes, honradas y bonitas. El siglo <sc>xix</sc>, bajo cualquiera faz que se le mire, es el siglo de la sangre y del lodo. El siglo de la compraventa.