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Hasta creo que me admiraba un poquito á causa de mi pluma, y eso que era incapaz de admirar á nadie, convencido como estaba de que la presidencia de la República le correspondía de derecho. Pero aún no creía llegado el momento de ocuparla. Nuestra intimidad dató de un libro que escribí para él después de la guerra: Historia de la división del Oeste.

Una aljorca ó brazalete hecho de la medula del Manatí, que componía parte de nuestro hallazgo, nos dió el último dato para robustecer la creencia de hallarnos ante restos malayos. Dicho brazalete constituía entre aquellas razas un alto signo de distinción que solo podía usar el guerrero que daba cima á una acción heróica.

Por el contrario, en otras novelas alemanas, inglesas y españolas en que se describe la vida de los campesinos no se encuentra más que honradez, pureza, felicidad. Esto es aún más falso, pues al cabo los naturalistas se apoyan sobre un dato seguro, á saber, que el interés y el egoísmo que á la mayoría de los hombres domina se expresa de un modo más brutal y repugnante entre las clases incultas.

Crea usted, señor, que cuando se entra en batalla, al que más y al que menos se le encoge un poco el corazón. Es cosa de un momento. En cuanto se entra en la pelea, pasa. Este dato, que yo había oído a un oficial amigo, como era en perjuicio nuestro, imprimió gran sello de verdad a todas mis noticias. Mientras departía con él, no dejaba de observarle.

Sin este dato, sin esta observacion, sin hallar en las fastos humanos ese fin adorable, esa providencia que triunfa, sin que nadie vea los laureles del triunfo; sin que las cosas se miren así por la razon y por la fe, unidas y hermanadas, no es posible encontrar la filosofía de la historia.

Juanito Albares, como le llamaba amistosamente Perico, era duque, grande de España dos o tres veces, marqués y conde no cuántas; dato que es muy digno de ser tenido en cuenta por los biógrafos del elegante Gonzalvo. ¿Dónde tiene usted los ojos, hombre? exclamó Lucía con su franqueza castellana . ¡Valor se necesita para decir eso!, es hermosísima la sueca; en cualquier parte, emboba a la gente.

Sólo hay noticias muy escasas acerca de los últimos años de su vida, sin duda porque llevó una existencia sosegada y tranquila, consagrado por completo á la religión y á las musas. A falta, pues, de descripciones más interesantes é instructivas, que tan deseadas son cuando se trata de hombres eminentes, se leerá, acaso, como dato curioso el que sigue, de una antigua obra francesa de viaje .

Don Álvaro, inteligente en la materia, dijo que se parecía, en pequeño, a la de la princesa Matilde. ¡Cómo envidió Obdulia aquel dato! Y sintió orgullo. ¡Un hombre que había sido su amante podía hablar de la serre de la princesa Matilde! Se cenó allí.

Se miró bien de pies a cabeza. No había nada, absolutamente nada. Como todos los matadores en igual caso, fue escrupuloso en el examen; pero a estos desgraciados se les olvida siempre algo, y donde menos lo piensan se conserva el dato acusador que ilumina a la justicia.

En las dos obras principales de la historia de Pedro el Cruel, Historia del rey D. Pedro y su descendencia, por Gratia Dei, y la Chrónica del rey D. Pedro, de López de Ayala, no se encuentra dato alguno histórico en que pueda fundarse el argumento de este drama. Ayala sólo habla de la pasión desenfrenada de Don Enrique por el bello sexo. Val.