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Pero aquel diablo se les resbalaba por entre los dedos como una anguila. Mostrábase durante algunas noches tierno y amartelado con Fernanda; no se apartaba de ella el canto de un duro.

El sol resbalaba por el diáfano cristal del firmamento con dulce sosiego, y sus rayos caían sobre la ciudad como suave y divina bendición.

Y ahora la blandura que sentía bajo sus pies, los bellos colores por los que resbalaba su mirada, las flores que le saludaban con su perfume desde los rincones, causábanle una embriaguez de eunuco, y sentía impulsos de tenderse en aquellos muebles, de tomar posesión, como si le pertenecieran, por ser de su mujer. Ahora comprendía lo que era la riqueza y con qué fuerza pesaba sobre sus esclavos.

Su cabeza resbalaba sobre el pecho de Rafael: inclinábase, con los ojos entornados, aspirando aquel perfume hombruno, que parecía adormecerla. Tenía su busto caído en las rodillas del campesino, y aun le insultaba, como si encontrase en esto una extraña delectación. Me voy a quitar las enaguas pa que te las pongas... ¡bobalicón!... Debían llamarte María, como a la sosa de tu novia...

Sígueme, vén, pues que el Señor, clemente, en el fuego de amor unirnos quiso, y el arduo monte, el mugidor torrente, el dulce valle y la sonora fuente serán nuestro encantado paraíso. Y anhelante calló. La contemplaba muriendo de ansiedad, y cual tesoro que de su amante corazon brotaba sangre del alma, largo resbalaba por sus mejillas pálidas el lloro.

La cabeza de la muerta se deslizó y golpeó el suelo... ¡Roberto, hijo mío! gritó el anciano precipitándose hacia él. Este, con los ojos muy abiertos, paseaba en su derredor una mirada vidriosa; parecía no haber vuelto en todavía. De repente descubrió uno de los brazos de Olga que, en el momento en que el cuerpo resbalaba hacia un lado, se había atravesado sobre su pecho.

Un viento de infinita pureza, que venía tal vez del otro lado del planeta, deslizándose miles de leguas por los desiertos salados sin tocar una sola corrupción, resbalaba en la garganta de Ferragut como un vino de gaseosa embriaguez. Su duro costillaje iba dilatándose á impulsos de este trago de vida, mientras sus ojos parpadeaban ante el azul luminoso del horizonte.

»No puedo hablar más decía: si le conociese usted como yo; si supiese todo el bien que hace, el oro que derrama a manos llenas... ¡Es un hombre superior... un hombre tan rico y tan humilde... tan modesto y tan dulce! Es la bondad misma... no causará daño a nadie... exceptuando, tal vez, a una persona. »El anciano enjugó una lágrima que resbalaba por sus mejillas.

Otras veces, el fuego blanco de sus ojos monstruosos resbalaba sobre muros de hielo que se perdían en las altas tinieblas, y los pingüinos, las focas y los osos polares interrumpían su sueño, asustados por este monstruo luminoso y jadeante que partía como un relámpago el misterio de la noche.

Jamás se atrevía a llamarla por el diminutivo, pareciéndole Nucha nombre de perro más bien que de persona; y cuando don Pedro se resbalaba a chanzonetas escabrosas, el capellán, juzgando que consolaba a la señorita Marcelina, tomaba asiento a su lado y le hablaba de cosas santas y apacibles, de alguna novena o función de iglesia, a las cuales Nucha asistía con asiduidad.