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Es difícil imaginar nada más poético que la descripción del Príncipe, criado en la soledad, ignorante de su nacimiento, demostrando en la primera ocasión que se le presenta su ingénita y natural nobleza. ¡De qué belleza tan arrebatadora es la escena en que Focas encuentra á los dos jóvenes Heraclio y Leonido ante la cueva en que viven, en los montes, y les anuncia el primero que uno de ellos es de sangre real!

Sin embargo, los chupadores de sangre estaban muy lejos de poseer la dócil inteligencia de tantos perros, focas o elefantes «sabios». Apenas si reconocían a Catalina, su cuidadora, cuando los llamaba por sus pintorescos apodos: «¡Sanguijuela!... ¡Borracho!... ¡Lucifer!...» El éxito de la domadora, harto dudoso por cierto, extribaba más bien en una danza serpentina que bailaba dentro de la jaula, envuelta en negros crespones.

Los viajeros pasaban por entre las pacíficas familias de los lamantinos y de las focas, que se dejaban tocar. Los pingüinos y los mancos seguían á los navegantes, aprovechándose de sus comestibles, y, llegada la noche, guarecíanse bajo las ropas de los marineros. Nuestros padres estaban creídos, y no sin cierto grado de verosimilitud, que los animales sienten como nosotros.

Aunque generalmente se la cree muy pesada, se encarama con maña sobre un témpano de hielo y hácese conducir de un lado á otro. El agua cubierta de moluscos, de átomos animados, alimenta superabundantemente á los peces, que á su vez sirven de pasto á las focas, las cuales, bien repletas, duermen sobre su roca muy tranquilas, y con sueño tan pesado, que nada es capaz de interrumpir.

El fundamento especial de su drama es un suceso contado por Baronio en sus Anales eclesiásticos, según el cual, después que Focas hizo matar á los hijos de Mauricio en presencia de su padre, intentó la nodriza de los Príncipes suplantar, en lugar de uno de los condenados á muerte, á un hijo suyo para conservar de este modo la vida de un descendiente de la regia estirpe; pero esa tentativa no pudo realizarse.

¡Pues qué! ¿Amparáisle los dos? Si él nuestra vida ha guardado, ¿No es primera obligación De todos guardar su vida? ¿Luego á ninguno mudó La vanidad de que pueda Ser hijo mío? Y yo, Que aunque ser tu hijo tuviera A soberano blasón, No me ha de exceder á Heraclio en la presunción De ser lo más. ¿Y es lo más Mauricio? . ¿Y Focas? No.

Séame permitido intercalar aquí parte de esta escena. Astolfo, el anciano criado de Mauricio, descubre el secreto á Focas; le presenta á los dos mancebos, y le dice: ASTOLFO. Ahora, con el resguardo Que el uno en el otro halló, Sabiendo que es tu hijo el uno, Podrás matar á los dos. ¡Qué escucho y qué miro! ¡Extraño Suceso!

Francamente, yo desearía que muchos pueblos egoistas ó que viven despedazándose entre , aprendiesen un poco, en la escuela marítima de las focas, á estimarse, defenderse y vivir en la fraternidad íntima de la causa comun. Las mas notables maravillas del Museo Británico están en los salones Egipcios, los de Nínive, Cartago, Menfis, la India, Herculano, Pompeya, etc.

Calderón finge que Heraclio, hijo de Mauricio, escapó efectivamente de la matanza de toda su familia, y que el usurpador Focas no se creía seguro hasta encontrarlo también y matarlo. El tirano encuentra, al fin, dos mancebos, criados en un desierto por un viejo servidor de Mauricio, siendo uno de ellos hijo de su predecesor asesinado, y suyo el otro, robado en sus primeros años.

La impresión que uno siente es fuerte, mucho más que la que produce el mono, cuyas muecas nos son antipáticas. Nunca olvidaré las focas del Jardín Zoológico de Amsterdam, delicioso museo, tan rico y bien organizado, y uno de los sitios más encantadores que existen en el mundo.