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El rio lleva un curso perezoso y muy amplio, dividiéndose en numerosos brazos que abarcan islotes desiertos, llanos y enteramente verdes, que parecen pequeños bosques flotando á flor de agua. El vasto paisaje se compone de cinco términos ó decoraciones sucesivas.

Algunos que desembarcaron en Méjico acababan por establecerse en los confines de la Patagonia. Otros, abandonando la vida regalada a orillas del Pacífico, lanzáronse a través de bosques y desiertos, siguiendo el curso de ríos como mares, para salir al Atlántico por las bocas del Amazonas. El pie incansable valía tanto en ellos como la mano férrea y el ojo de pájaro de presa.

Llegaron después de cuarenta días de camino á los pueblos de Zamucos, que hallaron totalmente desiertos; en busca de ellos fué solo con los indios el P. Castañares, y hasta ahora no se sabe en qué ha parado.

-Pues yo he oído decir a vuestra merced -dijo Panza- que es muy de caballeros andantes el dormir en los páramos y desiertos lo más del año, y que lo tienen a mucha ventura.

«Nuestras praderas, nuestros bosques dice Darwin, parecen desiertos y vacíos si se comparan con los del mar.» Y en efecto, á cuantos han recorrido los transparentes mares de las Indias, les ha llamado la atención la fantasmagoría que ofrece su fondo, siendo sorprendente en primer término por el extraño cambio que se opera en las plantas y los animales en sus insignias naturales, en su apariencia.

-Pocos ermitaños están sin ellas -respondió don Quijote-, porque no son los que agora se usan como aquellos de los desiertos de Egipto, que se vestían de hojas de palma y comían raíces de la tierra.

Un rancho como este lo suelo hacer yo en una hora para dormir en los desiertos, y les basta para sus ideas: porque VV. SS. no los han de echar por fuerza, y menos los bárbaros, que les son mas afectos y fieles que á nosotros.

Saliendo al estenordeste de Apolo, y atravesando por caminos espantosos, llenos de peligros de todo género, en medio de unos desiertos sin término, y al cabo de treinta y ocho leguas de una marcha penosísima, se llega finalmente á San-José de Chupiamonas, que ha tomado su nombre de un rio cuyas aguas rojizas van á reunirse, no léjos de allí, con las del rio Tuyche.

14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; mas ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para que les conste. 15 Pero tanto más se extendía su fama; y se juntaba grande multitud a oír y ser sanada por él de sus enfermedades. 16 Mas él se apartaba a los desiertos, y oraba.

A derecha e izquierda las montañas de Mata-Espesa, cubiertas con la exuberante vegetación de las tierras calientes; el cerro de los Otates que, visto desde el punto en que yo estaba, parece un camello que postrado en la arena aguarda el soplo abrasador de los desiertos.