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Toda la gente elegante se va, y yo me quedo sola, sin amigos, sin amparo... Cojo la punta del hilo, sacándola por la izquierda de la canilla, la meto con mucho cuidado por el primer agujero, pif, ya está. Mira... Ahora mi señor hilo tiene que meterse por el segundo agujero, pif. Muy bien, y después allá va por el tercero.

Y no se veía otra cosa. Por la dirección de la luz y otras señales bien fáciles de estimar, di por seguro que aquella fachada de la casa miraba al Sur, y que por el lastral que bajaba a mi izquierda, es decir, al Este, entre la pared del huerto y el monte de aquel lado desde un alto desfiladero que se veía algo lejano, había venido yo la noche antes.

A la izquierda, se levantaba una alta muralla de rocas salpicadas de musgo; robles y abetos, interpolados con yedras y malezas pendientes, se ostentaban en las grietas, hasta la cumbre de la escarpada ribera, arrojando una sombra misteriosa sobre el agua profunda que bañaba el pie de los peñascos.

Montiño no podía apreciar en dónde estaba precisamente, porque había salido de la casa tan azorado, que no sabía si había tomado hacia la derecha ó hacia la izquierda. Y tal era el miedo, tal la preocupación del menguado cocinero, que no se le ocurrió orientarse, ni otra cosa más que seguir adelante, y aun esto no se le ocurrió, sino que lo hizo maquinalmente.

Muñoz se disimulaba en la nave izquierda, y aguardaba con el corazón palpitante. Aguardándola, su imagen empezaba a representársele, traída por el deseo, en tanto que la iglesia, su bóveda, los altares llenos de cirios, oscilaban para sus ojos como un confuso sueño.

A una de sus calles sale el puente de Lóndres , cubierto eternamente por encima de carruajes y peatones: por debajo, de vapores. A la izquierda del fin del puente está el embarcadero de la línea de hierro de Paris, Southampton y otras seis ó siete.

Una vez allí, en vez de tomar el camino real de Entralgo, á la derecha del riachuelo, siguió la margen izquierda, por la falda de la montaña, á la altura de Canzana. Tampoco Demetria logró dormir aquella noche.

Es una curiosidad sorprendente para el extranjero, recorrer estas calles de diez á once de la mañana y de cinco á seis de la tarde, ir mirando á derecha é izquierda, y ver la mesa interminable á que asiste una poblacion de millon y medio de almas.

Por aquí, por el pasadizo éste... Alto en esta puerta de la izquierda, y mucho cuidado con no torceros un pie en algún rendijón del tillado de adentro.

Esta moza, que muestra desnuda la espalda, ambos pies, el brazo y parte de la pierna izquierda, es quizás la más gallarda figura de mujer que pintó Velázquez. En ella parecen haberse refugiado toda la lozanía, gracia y vigor que se echa de menos en los cuerpos enclenques y los rostros paliduchos de las infantas y las reinas.