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E otrosí: oteando en su magín el buen don Egas, reparó que si a interrogación se debe respuesta, con mayor fuerza de derecho toda epístola traída en recaudo pide letra y carta en papel; y por tal resolvió no darse por muerto, antes bien escribir su senda foja, y diciendo y haciendo ansí trazaba letras como signos de nigromancia, y dijo: "A la por ahora mitrada en tocas y rabuda en haldas.

27 Y luego el rey, enviando uno de la guardia, mandó que fuese traída su cabeza; 28 el cual fue, y le degolló en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre. 29 Y oyéndolo sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y le pusieron en un sepulcro.

Dormía descuidada, tranquila, segura de misma, y tan ajena de la pasión del cura como de la perfidia de su madre. La salud y la pureza parecían haberse hermanado para formar aquella figura hermosa, impregnada de gracia natural y espontánea. Semejaba la bacante virgen de los bosques antiguos traída de pronto por ensalmo al centro de la vida moderna.

Asintió a ello la señora, y la tristeza de ambas se aumentó con la noticia, traída por la criada de Obdulia, de que esta se había puesto muy malita, con alta fiebre, delirio, y un traqueteo de nervios que daba compasión. Allá se fue Benina, y después de avisar a los suegros de la señorita para que la atendieran, volvió a tranquilizar a la mamá.

Lejos de ser el butiro una novedad, traída por el progreso humano, parece que ya las hijas de los primitivos arios, en las faldas del Parapamiso, ordeñaban las vacas y de su leche sacaban exquisita y fresca manteca, tomando ellas nombre de este mismo oficio o arte en que se empleaban, pues afirman los sabios etimólogos que la palabra hija, en el lenguaje de los vedas, equivale a la que ordeña las vacas y hace la manteca.

Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». Si los diez y siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos, o colgados en jaulas de machos de perdiz.

De las nueve perlas, todas del grandor del fruto del nogal, dos de ellas, una blanca con el oriente más rico, y otra negra con el brillo del ébano, se habían cogido en el mar de Persia; otras dos, una roja como el carmín y otra verde como la esmeralda, fueron cogidas en el mar tempestuoso de la India; otras dos, una azul como el jacinto y otra pálida como el ámbar, se pescaron en el mar grande o del Atlante; dos, entrambas celestes como el cielo, se encontraron en los mares tenebrosos o del Septentrión, y la última, de los colores variados del iris, se ignoraba de dónde fué cogida, aunque los aficionados a lo maravilloso y sobrenatural aseguraban que aquella piedra, única en el mundo, fué encontrada en la fuente Tasnin, que corre en el algerna o paraíso, y traída a la tierra por uno de los genios obedientes a Soleimán, quien añadió así la novena perla al collar de la Reina del Yemen.

Tal fué la triste nueva traida por las canoas, que habian ido á buscarlo á Isiboro. Vi pues con sentimiento que se inutilizaban tantos esfuerzos como habia yo hecho para conseguir la mejora de la condicion de los indígenas que habitan esas lejanas comarcas.

Sin embargo, una añade que ella ha venido porque es la feria de la Madre de Dios, y ésta no vende los dones de su gracia, sino que los concede gratis. A tal moraleja, malamente traída, sigue un villancico en alabanza de la Santa Virgen, y se acaba la pieza. En el Auto da alma, de 1508, no es menos admirable la alegoría.

Si no se calla le rompo la cara.... Lo mismo me da á el grandísimo todo que la grandísima nada y el muy piojoso que la inventó. Déjeme, suélteme, por la condenada alma de su madre, ó....» Entró Rufina otra vez, traída por dos amigas suyas, para apartarla del tristísimo espectáculo de la alcoba. La pobre joven no podía sostenerse.