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Si la enfermedad no es muy fuerte, queda en este estado el delirio de Gelarda, y no es conocido sino de aquellos que en estas cosas saben la fuerza de la fantasía, y no se dexan engañar. Un caso muy semejante á este me ha sucedido, y conocí el delirio, y lo previne, y con el tiempo se acabó de confirmar evidentemente mi pensamiento.

Durante siete noches consecutivas de once a una de la mañana, momento en que remitía la fiebre, y con ella el delirio he permanecido al lado de María Elvira Funes, tan cerca como pueden estarlo dos amantes. Me ha tendido a veces su mano como la primera noche, y otras se ha preocupado de deletrear mi nombre, mirándome.

El ángel cava, el demonio cava....¡Bien que los veo! El demonio agora enciende un cigarro con un tizón que saca del rabo. ¿ los ves, Fuso Negro? ¡Si que los veo! ¿Estás seguro? ¡ que los veo! Yo dudaba que fuese delirio de mis sentidos.... Apenas distingo tu sombra en esta cueva.

Me sentí desalentado y triste; comprendí que aquel amor que poco a poco iba apoderándose de mi alma, era un delirio, una locura que me arrastraba hacia la ingratitud y la infidelidad. ¡Pobre niña desgraciada, huérfana, víctima del infortunio!

Pensaba en su ensueño. Se imaginó estar en pleno delirio, viendo extravagancias, y varias veces volvió la cabeza creyendo percibir en la obscuridad aquel perro que le lamía las manos y tenía la cara de Tonet, recuerdo que aún le hacía reir.

Febrer, antes de sumirse de nuevo en la inconsciencia, antes de atravesar otra vez las puertas ígneas del delirio, veía próximos a sus ojos los ojos húmedos de Margalida, cada vez más tristes y lagrimeantes en sus círculos azulados; sentía el soplo tibio de su aliento en sus propios labios, y luego estremecerse éstos con un contacto sedoso y húmedo, una caricia leve y tímida semejante al roce de un ala. «Dorga, don ChaumeEl señor debía dormir.

Amaba con delirio la verdad y podía decir con orgullo que no había nunca mentido en su vida. Era impetuoso, resuelto, intransigente en la defensa de todas las reglas de la gentilhombría. La honradez acrisolada de su palabra no cedía en nada a la honradez de sus acciones, y llevaba su culto por la virtud hasta la delicadeza de practicarlo en silencio sin proclamarla como el fariseo.

Estaba Yáñez maldiciendo la injusticia de los hombres, que por unas cuantas cuartillas emborronadas en un momento de mal humor le obligaban a dormirse todas las noches arrullado por el delirio de un condenado a muerte, cuando oyó fuertes voces y pasos apresurados en el mismo piso donde estaba su departamento. No; no dormiré ahí gritaba una voz trémula y atiplada . ¿Soy acaso algún criminal?

No, en esto no pensó la Regenta hasta mucho más tarde. En el delirio de la enfermedad grave y larga que Benítez combatió desesperado, lo que atormentaba el cerebro de Ana era el remordimiento mezclado con los disparates plásticos de la fiebre.

Sin saber por qué, cuando se vió solo en aquella casa sombría, en compañía de aquella mujer pálida, con la vista extraviada y el rostro enflaquecido por tres días de delirio y calentura; cuando notó sus ligeras convulsiones, su agitada respiración, su mirada viva, sin saber por qué, lo repetimos, tuvo miedo. ¿Está mi tío? preguntó. Tengo que verle. No está; desde ayer no parece.