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Tuve que hacer lo que me pedían, con Flavia sentada a mi lado oyéndolo todo, y les anuncié que el acto se celebraría quince días después, en la catedral de Estrelsau. La noticia fue recibida con extraordinarias manifestaciones de aprobación y alegría en todo el Reino, y supongo que sólo dos hombres la deploraron: el Duque y yo.

Creía él que Almudena era en su tierra clérigo, quiere decirse, presbítero del Zancarrón, y en aquellos días hacía las penitencias de la Cuaresma majometana, que consisten en dar zapatetas en el aire, comer sólo pan y agua, y mojarse las palmas de la mano con saliva. «Lo que canta con la cítara ronca, debe de ser cosa de funerales de allá, porque suena triste, y dan ganas de llorar oyéndolo.

60 Y muchos de sus discípulos oyéndolo, dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? 61 Y sabiendo Jesús en mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? 63 El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado, son Espíritu y son vida. 64 Mas hay algunos de vosotros que no creen.

Y cerca de la hora de las nueve Iešus exclamó con gran Boz, diziendo, Eli, Eli, lama šabachthani? ešto es, Dios mio, Dios mio, porque me has dešamparado? Y algunos de lošque eštavan alli, oyendolo, dezian, A Elias llama ešte. Y luego corriendo uno deellos tomó una ešponja, y hinchióla de vinagre, y poniendola en una caña, davale paraque beviešše.

3 Enviaron, pues, sus hermanas a él, diciendo: Señor, he aquí, el que amas está enfermo. 4 Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. 5 Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana, y a Lázaro. 6 Cuando oyó pues que estaba enfermo, permaneció aún dos días en aquel lugar donde estaba.

23 Y las multitudes estaban fuera de , y decían: ¿Es éste aquel Hijo de David? 24 Mas los Fariseos, oyéndolo, decían: Este no echa fuera los demonios, sino por Beelzebú, príncipe de los demonios. 25 Y Jesús, como sabía los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra mismo, es desolado; y toda ciudad o casa dividida contra misma, no permanecerá.

1 Aquel día se leyó en el libro de Moisés oyéndolo el pueblo, y fue hallado en él escrito, que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios; 2 por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, antes alquilaron a Balaam contra ellos, para que los maldijera; mas nuestro Dios volvió la maldición en bendición.

4 Y el que se acogiere a alguna de aquellas ciudades, se presentará a la puerta de la ciudad, y dirá sus causas, oyéndolo los ancianos de aquella ciudad; y ellos le recibirán consigo dentro de la ciudad, y le darán lugar que habite con ellos.

50 Y oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva. 51 Y entrado en casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la niña. 52 Y lloraban todos, y la plañían. 53 Y hacían burla de él, sabiendo que estaba muerta. 54 Y él, echados todos fuera, tomándola de la mano, clamó, diciendo: Muchacha, levántate.

Juntos todos los amantes famosos, no encontrarían las inflexiones de ternura de aquellos instrumentos que parecen acariciarse. Oyéndolo, pensaba en esos techos pintados al fresco con figuras mitológicas. Veía desnudeces, carnes jugosas de suaves curvas, algo así como Apolo y Venus requebrándose sobre un montón de nubes de color de rosa a la luz de oro del amanecer.