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Jacinta no sabía a quién compadecer más, si a Nicanora por ser como era, o a su marido por creerla Venus cuando se electrizaba. Ido estaba muy cohibido delante de las dos damas. Como la silla en que doña Guillermina se sentó empezase a exhalar ciertos quejidos y a hacer desperezos, anunciando quizás que se iba a deshacer, D. José salió corriendo a traer una de la vecindad.

Tal vez que otra se levantaban corriendo para ir a socorrer a algún mosquito infeliz que se había caído boca abajo y que se revolcaba en la arena con horrísonos chillidos: otras veces llamaban imperiosamente al que se desmandaba y le residenciaban ante el consejo de doncellas y amas de cría, amonestándole suavemente o recriminándole con dureza y administrándole algún leve correctivo en la parte posterior, según el sistema y el temperamento de cada juez.

Y mi tío no pudo contenerse; se deshizo de don Benito y corriendo a la cama, se echó en ella y depositó sobre la blanda almohada de plumas en que hundió el rostro, una sonrisa de íntima, de voluptuosa alegría, que ya no podía contener dentro de mismo. En ese instante golpearon la puerta; la abrí; el perfil risueño de Alejandro asomaba por la rendija.

Sin saber lo que hacía, regresó á la barraca, cogió su escopeta detrás de la puerta, y salió corriendo, mientras instintivamente abría la recámara de su arma para ver si los dos cañones estaban cargados. Batistet se quedó junto al caballo, intentando restañarle la sangre con su pañuelo de la cabeza.

Cada cual iba a su negocio, a ver a la novia, a buscar el médico, a matar a un contrario en el otro extremo de la isla, para regresar corriendo y poder decir que a la misma hora estaba con los amigos. Todo el que caminaba durante la noche tenía sus razones para pasar inadvertido. Las sombras temían a las sombras.

Me confesaré, y en paz. No basta; es necesario arrepentirse y hacer propósito de no volver a pecar. ¡Es difícil, hermana! Pues yo no quiero darle ocasión. Adiós. Y se alejó corriendo; mas a los pocos pasos volvió la cabeza, y haciendo una mueca expresiva, sin dejar de correr, me dijo: Tenemos a la madre enferma, ¿sabe?

Mi cuñado, sin considerar si el barco podía salir o no, se fue corriendo a su camarote, se encerró en él y se pegó un tiro. ¡Qué atrocidad! Era un hombre tan delicado, que al pensar que pudieran echarle a él la culpa, se le amontonó el juicio y cometió esa locura.

Al tiempo de colgárselo, Julita acercó la boca a su oído y le dijo graciosamente: Si lo hubieras traído siempre, no te habrían herido. Y sin esperar contestación salió dando brincos. Cuando estuvo en el pasillo, se quedó inmóvil de repente, meditó un momento, y dibujándose en su rostro una sonrisa de placer, siguió corriendo a su cuarto y acto continuo se puso a escribir.

Durante larga distancia se ve esta masa corriendo por un flanco del río sin mezclarse con él; pero los remolinos, los reflujos de toda especie causados por los accidentes del fondo y las sinuosidades de la orilla, consiguen al fin la fusión de las aguas; la línea que las separaba se borra poco á poco, gruesos y transparentes borbotones surgen del fondo á través de la masa cenagosa; las materias impuras, más pesadas que el agua que las arrastra, se depositan en los márgenes.

El primogénito, doblándose sobre el borrén y corriendo espuelas encabrita el caballo, y el padre, sin soltar el rendaje, le apalea. A un hijo tan bandido se le abre la cabeza. ¡Se le mata! ¡Se le entierra! ¡No me encienda la sangre, que si me vuelvo lobo, lo como! Apéate del caballo, y verás quién tiene más fieros dientes. ¡No me tiente, señor! ¡Apéate, para que sepas quién es el lobo!