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Justo es, por tanto, afirmar, que las obras de Moreto parecen escritas por dos autores completamente diversos, á saber: el uno, un poeta de raras prendas y de depurado gusto literario, aunque no enteramente original; y el otro, un fabricante de comedias, que en nada se distingue del vulgo de los escritores dramáticos.

Pero sea que influyeran en ella los celos que parecen instintivos en todos los niños mimados, en presencia de un rival peligroso, ó que fuese un capricho de su naturaleza singular, Perla no quiso dar muestras de afecto alguno á Arturo Dimmesdale.

Cerré la puerta de mi gabinete, sentámonos los dos con la mesita entre ambos, y comencé a hablarle de esta manera: Ha de saber usted, amigo Neluco, que desde que volvieron a reinar el orden y el silencio en esta casa, después de muerto y sepultado mi tío, yo no en qué invertir las horas que me sobran dentro de ella... Me parecen interminables, no veo el modo de mejorarlas y me asusta lo porvenir con una perspectiva semejante.

Todos los recién nacidos se parecen entre mucho más que a sus autores; pero eres tan romántica... ¿Yo? ¡Pardiez! Eres injusto, amigo mío; yo no podía esperar indefinidamente un regreso siempre diferido cuando el médico juzgaba a nuestro hijo enfermo y mandaba el aire del mar. Hay otras playas que no son Jersey, me parece. ¿Por qué no has ido a Brighton?

Hay nombres que parecen una ironía, y uno de ellos era el del vecino Fortunato, que bien podía, en punto a femeniles conquistas, pasar por el más infortunado de los mortales.

Pues debo esa bendita limosna a D. Romualdo Cedrón... le he conocido en San Andrés, donde dice la Misa... , señora: D. Romualdo, que es un santo, para que lo sepa... Y ya estoy segura, después de mucho cavilar, que no es el D. Romualdo que yo inventé, sino otro que se parece a él como se parecen dos gotas de agua.

Van los niños atenazados a la falda de la madre, y llorando de miedo. Todos parecen perdidos en la vastedad del páramo. ¡Desfallezco de hambre!....¡No veo!...¡Apenas puedo andar!... Esos niños que me den un poco de su pan. ¡Ya nada les queda, señor! ¡Dios haga que no caiga muerto en medio del camino! ¡Vamos!

Las sobrinas, que son no cuántas, siempre tienen a punto un chiquillo que soltar al mundo cuando yo llego, y quieren que el tío de América lo apadrine. Todos parecen encantados de que mi señora no haya tenido hijos.

Los obreros al servicio de la Iglesia trabajan con la calma perezosa y la lenta prudencia que parecen envolver todos los actos de la religión.

Son muy sucios y el pelo se lo dejan crecer sin cortarlo jamás, así es que cuando las mujeres, efecto de la edad, se abandonan en lo que al cuido personal respecta, parecen verdaderas furias. Las prendas de su uso consisten en un jabul corto que no les llega á las rodillas las mujeres, y taparrabos los hombres.