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Después, muchas figuras quedaron tendidas en el suelo. Si al principio las traslaciones se hicieron sin desorden, después se armó una baraúnda tal, que parecían andar por allí cien mil manos afanosas de revolverlo todo. Era un cataclismo universal en miniatura. Entre el estupor que tal fenómeno producía, algunos pequeñuelos reían locamente y otros lloraban.

Cuantos más dolores pasa el mártir, tanto más ama la palma del martirio. Luisa y su amante se habian enamorado con un doble afecto: se habian enamorado de sus personas y de su infortunio; se amaban por lo que se amaban y por lo que sufrian; por lo que sentian y por lo que lloraban; es decir, se amaban como amantes y como héroes.

Paula veía en su casa la miseria todos los días; o faltaba pan para cenar o para comer; el padre gastaba en la taberna y en el juego lo que ganaba en la mina. La niña fue aprendiendo lo que valía el dinero, por la gran pena con que los suyos lo lloraban ausente.

En mi frente había un loco florecer de pensamientos y de tristezas nocturnas... ¡Fuera lloraban los vientos! Mis pobres quimeras iban rotas en el torbellino; mis pies no tenían rumbo, ni mi espíritu destino; pero allá lejos un niño, un niño ciego y divino, me disparaba una flecha y me enseñaba el camino. Tomé la pluma.

La tía llenaba la casa con sus intolerables sollozos, los demás también lloraban; yo sola no tenía lágrimas. Cuando a eso de las once, Marta exhaló el último suspiro, me acometió un acceso de locura furiosa. En este instante llego de casa de Roberto.

Arrastraba la cruz sudoroso y jadeante, cambiando la carga de lugar cuando sentía uno de sus hombros entumecido por la dolorosa pesadumbre. Las mujeres lloraban con la vehemencia meridional, dramática en sus manifestaciones. Los camaradas le tenían lástima, y sin osar reírse de su penitencia, le ofrecían por compasión vasos de vino.

Eran mujeres iguales á las que lloraban ó gritaban de entusiasmo al otro lado de la verja; sin colorete, sin artificios, con el pelo libre de postizos, con las mejillas limpias y los ojos agrandados por una emoción que había venido á sustituir los antiguos retoques del lápiz negro: ojos serenos que miraban al porvenir heroicamente, adivinando la proximidad de la desgracia.

Mi parroquia es segura y buena: cafés de la Puerta del Sol, comercios antiguos de la calle del Carmen. Hay casa que la tengo cuarenta años; a los dueños de ahora los he conocido niños, y cuando lloraban les hacían miedo amenazándoles con el tío Polo, que se los llevaría en el carro. Entonces tenía más humor y mejores trajes.

La mar sube por cima las estrellas; Los cielos hácia abajo se bajaban; Las olas parecia que centellas Por cima de las aguas arrojaban. Lloraban las mugeres y doncellas; Los hombres grande grita levantaban; De sola contricion ya se procura, Que al mar tienen por cierta sepultura.

Y en la realidad se tenía por cierto había de perder la vida, por las manifiestas señales del odio que nos tenían los Guanoás; por lo cual los nuestros, al darle los últimos abrazos á la despedida, le lloraban como si de cierto fuese á morir.