United States or Eswatini ? Vote for the TOP Country of the Week !


El señor disponía de su esclavo, como de sus muebles ó de sus animales, y así vemos corrientemente en los antiguos inventarios de bienes que se hacían por fallecimiento de cualquier persona, que, á seguida de la enumeración de los asnos, bueyes etc. hacíase el aprecio de los esclavos, hombres, mujeres ó niños, siendo de notar que de igual modo que se determinaban los defectos físicos de los brutos, marcábanse tambièn los de aquellos infelices seres; consignando por ejemplo, si era viejo, tuerto, ó manco, si padecía de bubas ó de enfermedad contagiosa.

Marta tenía sus ojos encendidos fijos en él; la esperanza y la impaciencia le hacían saltar el corazón en el pecho. ¡La condesa debe estar loca! ¡revelar semejantes cosas a mi futura esposa! ¡Ah! Con razón presumía yo algún ardid de serpiente bajo su falsa amabilidad. Pero jamás hubiese creído que el odio y la maldad la cegaran hasta este punto.

Descendían los murciélagos, y con sus alas hacían caer tierra de los agujeros del embovedado. Chillaban entre las columnas, como si revoloteasen en un bosque de piedra. En su ciego impulso, chocaban con las cuerdas de las lámparas o hacían bambolearse los capelos rojos con borlas polvorientas y deshilachadas que pendían a gran altura sobre las tumbas de los cardenales.

Pronto me verás a tus pies, adorándote rendido y suplicándote con toda el alma que seas la Padmini de tu Contentísima estaba Poldy al inferir y considerar, por la lectura de la carta, que su indio era ilustre y rico y que estaba perdidamente enamorado de ella. Puntos había, no obstante, en la carta, que hacían surgir en el espíritu de Poldy, reparos, contradicciones y hasta quejas.

Recibían la limosna con altanería. El mendigo estaba ungido por las palabras del Rabí, y creían de buena fe que beneficiaban a sus donantes, pues así edificaban su ánima por la caridad. Les hacían la merced de dejarse dar limosna. Una tarde paseábase por las Platerías un hidalgüelo gabacho, cuando le asaltó un mendigo de nobles barbas blancas y aspecto distinguido.

Desde que un ladrón «muerto de hambre» había logrado imponerse á todos ellos, los propietarios se reían, y para vengarse de diez años de forzada mansedumbre, se hacían más malos que el famoso don Salvador. Veritat... veritat decían en todo el corro, apoyando las razones de Pimentó con furiosas cabezadas. Verdad... verdad.

Un instante después, Belén y la monja cuchichearon, sin duda a propósito de Mauricia a quien miraban. Tenía Belén vara alta con las señoras, por su humildad y devoción y por la diligencia con que iba a contarles cuanto hacían y decían sus compañeras. Era domingo, y a las cuatro toda la comunidad entró en la iglesia donde había ejercicio y sermón.

Los notables del país, invitados á comer, iban llegando. Clementina tuvo que pensar en su atavío. En las angustias de su situación, había olvidado que el tiempo pasaba y que era preciso sacrificarse por el decoro. Pasó rápidamente entre los convidados, á quienes Mauricio y Herminia hacían los honores de la casa, y encontró que ya se había propagado el rumor de la reconciliación.

Deje usted, ahí tengo yo cuenta». Después todo aquello aparecía en la cuenta del Marqués. Equivocaciones; como habían ido sus criados a comprar.... Se comían la merienda. En la primera noche de tertulia se hacían los comentarios. Visita, ¿qué tal, nos hemos empeñado? Poca cosa... un piquillo... Pues a ver, a ver, que se pague. Nada más justo. A escote. Dejen ustedes, ¿se quieren ustedes callar?

Siempre serena, discreta, resuelta, me animaba a luchar; y cuando estaba satisfecha de , es decir, cuando yo me había destrozado el corazón para forzarle a latir más despacio, me recompensaba con frases calmantes que me hacían verter lágrimas o con expresiones consoladoras que valían una caricia.