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Todo el que parte de Europa para atravesar el Atlántico, habiendo salido sin contratiempo de nuestros puertos, cerrados con harta frecuencia por el viento Oeste, después de haber franqueado la zona variable de nuestros mares inconstantes, no tarda en penetrar en la del buen tiempo, á la eterna serenidad que los vientos de Noroeste, los suaves vientos alisios, dan al mar y la tierra.

Muchas gracias. Y se volvió tranquilamente para seguir tocando. Yo me alejé riendo de aquella singular escena. En otra, un padre o preceptor estaba enseñando el abecedario a un chicuelo de doce a catorce años; en otra se merendaba; en otra se tocaba la guitarra, digo, en otras, porque fueron bastantes las en que los acordes suaves del instrumento nacional.

No era que él pudiese inspirar una gran pasión: pero cansada de la antigua vida, se había refugiado en sus brazos para siempre y le amaba con un amor en el que entraba por mucho el agradecimiento. Esto le bastaba. No había más que ver cómo le sonreía, cómo salían á su encuentro los brazos blancos y suaves cuando se presentaba inesperadamente en el hotelito de las afueras de Madrid.

Los brazos eran finos y frágiles, como los de un niño, pero admirablemente torneados; el cuello, flexible y esbelto, como el de la gacela, se unía a los hombros por una línea fugitiva y ondulante, cuya suprema gracia sólo se encuentra en las vírgenes de Rafael. Los primeros azotes de la doncella fueron tan suaves y comedidos, que no dejaron rastro alguno en aquella preciosa epidermis.

Por más que se diga, sus tintas chabacanas, pálidas, no retratan ni con mucho la suavidad, la dulzura, la emoción de las flores del mar. Si se emplearan los esmaltes, lo cual ensayó Palissy, el asunto saldría rudo y glacial: admirables en la reproducción de los reptiles, de las escamas de pescado, son demasiado lustrosos para imitar esas suaves y tiernas criaturas que hasta de cutis carecen.

No creyó prudente insistir por el momento, y encalmándose sin esfuerzo, bajó la cabeza, echó un suspiro y murmuró en tono de paz estas suaves palabras: Todo sea por Dios. Hablemos de otra cosa. Hablemos de otra cosa dijo Navarro con alegría . Hábleme usted de otra cosa, aunque 4 sea de los cucuruchos.

Al oriente, una sucesion de suaves faldas y colinas arranca desde la ribera misma del lago para irse levantando y detenerse á bastante distancia al pié de la cadena de Voirons, ondulosa y cubierta de praderas que han reemplazado los antiguos bosques del lado occidental, pero abruptas y severas por su vegetacion salvaje en el costado opuesto.

Había cantidad de muñequitos de Sajonia, de colores suaves, puros y delicados, como las nubes que el alba pinta; rosados cupidillos, atravesando entre haces de flores azul celeste; pastoras blancas como la leche y rubias como unas candelas, apacentando corderillos atados con lazos carmesíes; zagales y zagalas que amorosamente se requestaban entre sotillos verdegay, sembrados de rosas; violinistas que empuñaban el arco remilgadamente, adelantando la pierna derecha para danzar un paso de minueto; ramilleteras que sonreían como papanatas, señalando hacia el canasto de flores que llevaban en el brazo izquierdo.

Los años sucedieron a los años, tranquilos, suaves, en el goce de la plena satisfacción del trabajo y del deber cumplido. Juan crecía... Su padre le dio las primeras lecciones de ortografía, y el cura las primeras de latín.

Lucía, sin levantarse, entregó sus manos a Artegui, que las halló tibias y suaves, y las soltó presto. Con la lluvia añadió , no pude llevarla a usted un poco más lejos, hacia la parte de Biarritz, donde hay tan bonitas quintas y parques al estilo inglés. Ni hemos disfrutado casi de la hermosa campiña. ¡Qué bien olían los henos y los tréboles! Y la tierra.