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Las ideas del día ... murmuró Salomé, alzando las manos al cielo en actitud declamatoria. Antes de decir lo que hizo Lázaro al encontrarse con tan estupenda novedad, contemos lo que pasó aquella noche en la vivienda de las tres damas.

Bajo tus acometidas invencibles cayeron muchos y bravos guerreros de Lorío y cayó también el más ilustre de los hijos del Condado, el famoso Lázaro, que después de Toribión y Firmo era tenido por el más esforzado de los enemigos de Entralgo. No le valió su garrote nudoso de acebuche ni le valieron sus saltos prodigiosos.

Y el club de los reyes dijo uno que se escurrió como si hubiera dicho una imprudencia. ¿Quién ha dicho eso? exclamó el Doctrino furioso. No hagas caso: es uno de los que creen esas calumnias indicó Javier. Vamos, señores: esta noche hay gran sesión en la Fontana. Mañana me llevarás allá dijo Lázaro á su amigo con empeño. ¿Cómo mañana?

No eran los de Clara. ¿Quién? dijo desde dentro la voz de Pascuala. Lázaro preguntó por su tío. pero no está. ¿Vendrá pronto? Soy su sobrino. Pascuala abrió la puerta y Lázaro dió un paso hacia adentro sorprendido de no oír la voz de Clara. No vendrá ni pronto ni tarde, porque se ha mudao contestó la alcarreña. ¿Cómo? Como que se ha mudao hoy mismo.

Esto sería cosa muy fácil para quien tenía tales aptitudes. ¿No era seguro que al llegar Lázaro á la corte, centro entonces, como ahora, de la actividad intelectual del país, adquiriría nombre, posición, fortuna? Sin duda. Ya debían conocerle de oídas por sus discursos pronunciados en Zaragoza.

Hay almas que rechazan instintivamente el mal. El odio pasó sin detenerse sobre el espíritu de Lázaro, como la gota de agua que resbala por el hierro candente. Las fuerzas le faltaron, y mientras los alegres ruidos de la fiesta, convertidos en voces misteriosas por la fantasía, le llamaban queriendo embriagarle con efluvios de desconocidos placeres, dio en tierra rendido y sin aliento.

Efectivamente, señora dijo Lázaro muy confuso; eso es cierto. Pero las personas que, como usted, se elevan tanto por la meditación y la abstracción; que se libran de las flaquezas humanas por su fortaleza, son mucho más perfectas.

Así pensaba Lázaro, absorbido por sus cavilaciones, mientras la trémula claridad de los últimos instantes de la tarde iba dejando libre el paso en la atmósfera a las primeras sombras de la noche.

De repente, hacia la puerta que conducía a las habitaciones de Josefina, se oyó el crujir de un vestido de seda que rozaba contra el muro: era que la niña venía al cuarto de su madre. Lázaro se puso en pié, indicando a la duquesa con los ojos el ruido de los pasos que se acercaban, y ella bajó calladamente la cabeza.

Lázaro tenía el genio de la elocuencia. El lo conocía: estaba seguro de ello. Cada día que pasaba sin que un gran auditorio le escuchara, le parecía que se perdían en el vacío y en el silencio de un desierto aquellas voces admirables que sentía dentro de . No había tiempo que perder. Dijo á su abuelo que se iba á Madrid.