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Hasta ahora lo estoy. No parece que tengo cincuenta años, sino menos de cuarenta. Ni una cana. Ni una arruga. Todavía me llaman señorito, y no señor, y no faltan hembras de garbo que me califiquen de real mozo, ofendiendo mi modestia. Mi mayor desengaño ha sido en mis ideas y doctrinas, si bien no ha sido bastante para hacerme variar. Dios me perdone si me equivoco á fuerza de creerle bueno.

8 Y la tierra de Tapúa fue de Manasés; pero la Tapúa que está junto al término de Manasés, es de los hijos de Efraín. 9 Y desciende este término al arroyo de Caná, hacia el mediodía del arroyo. 10 Efraín al mediodía, y Manasés al norte, y el mar es su término; y se encuentran con Aser a la parte del norte, y con Isacar al oriente.

Recomendamos á los que vayan á Tayabas visiten aquella obra, la que es fácil de inspeccionar, merced á una rampa que le da bajada en una de las estribaciones. A más del anterior, se encuentra en dicho camino el llamado de Mate-, que fué concluído el 15 de Diciembre de 1851, y otros cuatro más, de madera, resguardados con una montera de caña y nipa.

El indio, dice aquel escritor, tiene una pasión inveterada por este juego, que ocupa el primer lugar entre sus diversiones. El gallo es el principal objeto de su cuidado, su compañero asiduo y lo lleva hasta la puerta de la iglesia, en donde lo deja atado á un palo de caña clavado en tierra, hasta que termina la misa.

Y la misma pregunta: «¿Qué llevas ahí?» Y al saber que era yo español, sonrisas en la portezuela lo mismo que si me conociesen toda la vida. «Baje, jovencito, baje y descanse, que está entre amigos. Tómese una copa de caña...» Desde entonces no tuve duda: sabía lo que me tocaba ser en aquella tierra: blanco, siempre blanco.

Pónelo en ejecución como lo determina, y consigue verlo todo logrado; el algodón y la caña no dan fruto, o muy poco, el primer año, y el tabaco es preciso, desde que comienza a sazonar hasta concluir su beneficio, no apartarse de él ni un instante; y como él tiene que acudir a los trabajos de comunidad, lo que recogió los días que tuvo para su utilidad se le pierde en los que dejó de atender, y al fin o no recoge nada, o recoge poco y malo.

Bastante has gozado; ya supiste lo que es la vida de esas infames sanguijuelas... Vamos, que si no meten a esa divinidad en la cárcel, ¡pobre Juan Bou, infeliz obrero!... Sigamos ahora siendo pueblo llano, independiente, liberal, y cuando caiga otra breva, veremos si conviene ser pueblo o echar una cana al aire en el mundo de los burgueses. ¡Valientes pillos! Pero aquello es vivir...».

Después de cuatro años, es decir, un día de verano de 1848, encontrarías al dicho pueblo tan tranquilamente sentado al borde del mar, como si fuera un pescador de caña. Vamos a dar cuenta de algunos graves sucesos públicos y privados que habían ocurrido allí durante aquel intervalo.

A medida que la chiquilla atendía más, Perucho se ingeniaba en traerle juguetes inventados por él, que la divertían infinito. No se sabe lo que aquel galopín discurría para encontrar a cada paso cosas nuevas, ya fuesen flores, ya pajaritos vivos, ya ballestas de caña, ya todo género de porquerías, que era lo que más entusiasmaba a la pequeña.

Los pueblos pastores ocupados de propagar los merinos que producen millones y entretienen a toda hora del día a millares de hombres; las provincias de San Juan y Mendoza, consagradas a la cría del gusano de seda, que con apoyo y protección del Gobierno carecerían de brazos en cuatro años para los trabajos agrícolas e industriales que requiere; las provincias del Norte, entregadas al cultivo de la caña de azúcar, del añil que se produce espontáneamente; las litorales de los ríos con la navegación libre que daría movimiento y vida a la industria del interior.