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Y estas pobres gentes decían: No, no queremos a nuestro lado falsos doctores; no queremos palabras seductoras; no queremos bellos proyectos. Nosotros somos pobres y nos bastamos a nosotros mismos. En nosotros está la salud, y nosotros curaremos a este hombre.

allí al príncipe, dijo Chandos al entrar. Los dos personajes sentados detrás de él son los monarcas españoles para quienes, con la ayuda de Dios y nuestro esfuerzo, vamos á conquistar respectivamente á Castilla y Mallorca. Muy preocupado está Su Alteza, y no me asombra. Pero el príncipe había notado su entrada y placentera sonrisa animó su rostro.

Pero como nuestro conocimiento de los más remotos periodos de la historia de la Europa moderna no se funda generalmente en datos abundantes, y en proporción sólo han llegado hasta nosotros escasas noticias de sus monumentos literarios, y cuando así ha sido, y tratándose de los de esta especie, sólo por casualidad nos los participan los cronistas, no con propósito deliberado, no es extraño que no se pueda afirmar con certeza que esas indicaciones más antiguas, que existen, sean las primeras que hayan hablado de los orígenes del drama religioso.

La fábula es magnífica, porque es brillante. Nuestro Dios es magnífico, porque es sombrío; es brillante, porque tiene alrededor de su trono la majestad de las tinieblas. No brilla para nuestros ojos, sino para otros ojos que hay más adentro, mucho más adentro; unos ojos que ven más allá, y que siempre ven, porque cuando no ven una luz, ven una sombra: cuando no ven, adivinan, creen y esperan.

Tan rico es nuestro tesoro en tradiciones poéticas, como el de cualquier otro pueblo; inmediatamente después de aquel gran ciclo poético, que comprende á los Nibelungen y al Heldenbuche , que tanto nos enorgullecen por considerarlas obras verdaderamente nacionales, vienen las sublimes fábulas del emperador Carlomagno, del Santo Graal y de la Tabla Redonda, tantas otras que han vivido identificadas con nuestro pueblo, y hasta muchas tradiciones interesantes que han estimulado el estro poético español, conocidas también de nuestros antepasados; por último, también la historia alemana ofrece al dramático los más ricos y poéticos materiales.

Con los primeros rayos de la aurora se pensó recién en poner punto final a la fiesta, y los guitarreros echaron el resto en una hueya de aquellas donde se oyen quejidos y risas, donde se ven lágrimas y alegrías, verdadero reflejo del carácter de nuestro gaucho.

Un poco de perfume embalsama el aire, parece que nos suaviza el pulmon, que refrigera nuestra sangre y que da aliento á nuestro espíritu. Pero luego que el perfume es demasiado, luego que carga ya el ambiente, ahoga.

El blanco, pues, que tienen estos Jesuitas en sus fatigas, es sólo convertir almas para Dios, y al mismo tiempo aumentar vasallos á nuestro gran Monarca, agregando nuevas provincias á su Corona, cumpliendo con la obligación de Jesuitas y de vasallos, en señal de la justa gratitud que debemos á este gran Príncipe que se ha dignado y digna tanto en favorecer á la Compañía, expendiendo al mismo tiempo su Real piedad muchos caudales, con que se ha fundado en tiempo de su reinado, mantenido y aumentado más y más aquella numerosa y nueva cristiandad de los Chiquitos.

Nuestro Señor Jesucristo lo ha dicho: «No deis a los perros las cosas santas, ni arrojéis vuestras margaritas a los cerdos, porque los cerdos se revolverán contra vosotros y os hollarán con sus asquerosas pezuñas». Pero no; ¿por qué me he de quejar? ¿Por qué he de volver injuria por injuria? ¿Por qué me he de dejar vencer de la ira?

Volviendo, pues, a nuestro propósito -dijo Monipodio , querría saber, hijos, lo que sabéis, para daros el oficio y ejercicio conforme a vuestra inclinación y habilidad.