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Abría la puerta de la pequeña iglesia fresca y sombría como una bodega, mostrando en el fondo, metida en un altar barroco de oro apagado, la pequeña imagen con el manto hueco y la cara negra. El buen hombre, recitaba a toda prisa, como quien la sabe de memoria, la historia de la imagen. Era la Virgen del Lluch, la patrona de Mallorca.

Tal vez el imperio de los muertos fuese parcial y estuviera ya en decadencia. En otros tiempos mandaban como déspotas: esto era indudable. Ahora sólo dominaban en determinados lugares, perdiendo en otros para siempre toda esperanza de poder. En Mallorca aún gobernaban con mano fuerte: lo decía él, el chueta. En otros países, tal vez no.

En España decía gravemente no hay cristiano que pueda levantar el dedo. Todos somos nietos de judíos o de moros. Y el que no... el que no... Aquí se detenía, y tras una breve pausa afirmaba con resolución: Y el que no, es nieto de fraile. En la Península no se conoce el odio tradicional al judío que aún separa la población de Mallorca en dos castas. Pablo Valls se enfurecía hablando de su patria.

En vano se habían hecho revoluciones en España y aclamado leyes liberales que reconocían la igualdad de todos los españoles; el chueta, al pasar a la Península, era un ciudadano como los otros, pero en Mallorca era un réprobo, una especie de apestado, que sólo podía emparentar con los suyos.

El folleto que comentamos forma parte, continuando la foliación de la Pragmática sanción instituyendo la Audiencia de Mallorca. AP

Estaban los monasterios é iglesias llenos de enfermos, que era la mayor compasión verlos morir por aquellos suelos, sin darles recaudo, hasta que el Obispo de Mallorca demandó un casal en que estuviesen, y otras casas en el Burgo, donde los recogió y gobernó lo mejor que pudo. La solicitud deste Obispo fué parte á que no muriesen muy muchos más de los que murieron.

Pero entonces, gran perverso replicó la joven esposa con voz de mimo y atusándole el bigote con la punta de los dedos , no podrías regalar a tu Elena un aderezo tan hermoso como le has regalado el día de su santo, no podrías llevarla en coche, no podrías vestirla con trajes elegantes, no podrías traerle pastelitos de casa de Lhardy, ni bombones de la Mahonesa. Ni sobreasada de Mallorca.

Cuatrocientos cincuenta años llevamos en el cogote el agua del bautismo seguía vociferando el capitán Valls , y somos aún los malditos, los réprobos, como antes de la conversión. ¿No tiene gracia esto?... «¡Los chuetas! ¡Cuidado con ellos! ¡Mala gente!...» En Mallorca hay dos catolicismos: uno para los nuestros y otro para los demás.

Para probar que ya no puede ser de provecho otro general perdón o tiempo de gracia y lo confirma con la autoridad de Peña, que hablando de los Judíos de Portugal afirma lo mismo, que de los de Mallorca Albertino y es concluyente a mi ver la razón, que trae en el número 8, si es verdadero el supuesto, como parece, que la experiencia lo comprueba, que de los innumerables, que en aquel tiempo de gracia se redujeron para el foro externo, apenas hubo quien sacramentalmente se confesara para alcanzar el perdón de sus almas.

¡Ay! Aquel loco de Pablo Valls tenía en parte razón. Esas alianzas podían ser en el resto del mundo, pero Mallorca, la amada Roqueta, tenía un alma todavía viva, el alma de otros siglos, cargada de odios y preocupaciones.