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Yo confieso que la geografía del Mar Tenebroso antes de que la brújula hiciera posibles las largas exploraciones, es una geografía que me encanta y rejuvenece: algo así como esos cuentos de hadas que nos deleitan como un perfume de flores marchitas al evocar las primeras impresiones de la niñez.

Espectáculo interesante ver cómo sacan el pan de los hornos: ¡un perfume suculento!

El vaho alcohólico que transpiraba el roble de los toneles y el olor de las gotas derramadas en el suelo por el trasiego, impregnaban con un perfume de dulce locura el tranquilo ambiente de aquella bodega, blanca, como un palacio de hielo, bajo la caricia temblona de los vidrios inflamados por el sol. Fermín la atravesó, e iba ya a salir de ella cuando oyó que le llamaban desde el fondo.

Comprendió que era inútil resistir. A toda hora, el perfume de la mujer le embriagaba. Estaba en el ambiente, en su boca, en sus manos, en sus vestidos. Era el dejo axilar, mezclado a un perfume de jazmín y de algalia. Sus besos húmedos, anchos, tenaces, se le quedaban en los labios. Ella no le hizo sufrir la tortura de una larga impaciencia.

17 Y la henderá por sus alas, mas no la dividirá en dos; y el sacerdote hará de ella perfume sobre el altar, sobre la leña que [está] sobre el fuego; [y esto será] holocausto, ofrenda encendida de olor muy aceptable al SE

El Dios del Estado prusiano es el «viejo Dios alemán», un heredero de la feroz mitología germánica, una amalgama de las divinidades hambrientas de guerra. En el silencio de la avenida, el ruso evocó las rojas figuras de los dioses implacables. Iban á despertar aquella noche al sentir en sus oídos el amado estrépito de las armas y en su olfato el perfume acre de la sangre.

Esta reencarnación se hacía sentir con un contacto menos ilusorio; pero en el misterio de su encierro la delataba su perfume. «¡Oh, Teri!... ¡TeriSu única preocupación por el momento era que la americana no dejase de hablar, que no huyese, llevándose con ella su oloroso nimbo.

Y su cabeza se inclinó sobre la del gitano, y sus bocas se oprimieron. ¡Oh! ven la dijo levantándola dulcemente , ven a pasear bajo esos viejos naranjos y a respirar su perfume... ¡Mira!

En primer lugar, mi querido marqués, me digo yo á menudo que en medio de tantos modregos y antiguos criados, que arrastran hoy carroza, hay en la pobreza un perfume superior de distinción y de buen gusto.

Pero, como ocurre siempre en las grandes solemnidades, el público no prestó atención á las explicaciones del hombre de ciencia, prefiriendo examinar directamente lo que tenía ante sus ojos. Un perfume de jardín que parecía venir de muy lejos empezó á esparcirse por el patio, haciendo olvidar los densos hedores exhalados por las torres plateadas.