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Cinco mozos de Rivota y tres de Lorío le tenían envuelto y acosado como jauría de perros á un jabalí feroz. Quino, rodeando con la chaqueta su brazo izquierdo á modo de escudo, paraba y contestaba con habilidad los garrotazos que le dirigían, pues era diestro esgrimidor de palo. Llegó un instante, sin embargo, en que los golpes menudeaban de tal manera que le fué imposible pararlos.

Miles de carneros llamados por los pastores y hostigados por los perros, cuyo galopar confuso y alentar jadeante se perciben, amontónanse con prisa, medrosos e indisciplinados, hacia los apriscos.

Al ruido se detuvieron algunas personas; el amo de uno de los perros terció en la pelea, y dijo ciertas frases injuriosas al amo de otro. Clara, al ver que se reunía tanta gente, y que algunos mozos la miraban con atención impertinente, avivó el paso; tomó la calle arriba para huir de aquellas miradas.

Pero esta vez se había improvisado aquella fiesta de confianza y se comía a la española, por excepción, para visitar por la tarde, en los coches de la casa, la quinta del Vivero, donde el Marqués tenía un palacio rodeado de grandes bosques y una fábrica de curtidos, montada a la antigua. Se trataba de ir a ver los perros de caza y uno del monte de San Bernardo que Paco había comprado días antes.

Volvían ya sobre sus pasos por la zanja, siguiendo el canal y contemplando las luces del pueblo en la orilla opuesta, cuando de pronto sonó agudamente en el fresco aire de la noche un disparo de arma de fuego, que el eco se encargó de reproducir varias veces en torno de Red-Mountain, haciendo que los perros ladraran a lo lejos.

242 matreriando lo pasaba ya a las casas no venía; solía arrimarme de día, mas, lo mesmos que el carancho, siempre estaba sobre el rancho espiando a la polecía. 243 Viva el gaucho que ande mal, como zorro perseguido, hasta que al menor descuido se lo atarasquen los perros, pues nunca le falta un yerro al hombre más alvertido.

Son muy escasos. Aquí sólo se encuentran focas, kanguros, algunos casoares, más pequeños que los africanos, y bandadas de ciertos perros salvajes, llamados dingos, que son muy difíciles de cazar. Es verdad que el indígena de Australia no es exigente, y se alimenta de asquerosos reptiles; pero aun éstos escasean y no alcanzan para todos.

El papel de la habitación representaba escenas de caza que impresionaban mucho a Marta cuando chiquita, sobre todo una que figuraba a un ciervo moribundo sujeto por media docena de perros feroces.

Vense en las paredes blasones de brillantes tintas, sobre suntuosos sepulcros, en que duermen el sueño del mármol arzobispos y condestables, príncipes y guerreros, empuñando báculos ó espadas. Los perros y leoncillos en que apoyan sus pies, parecen prestar atento oído á todo rumor que en el templo suena.

Debía estar soñando; aquel mundo no podía existir. De seguro que de un momento a otro iba a despertar, encontrándose en el camastro de la calle de los Artistas. Los seres que le rodeaban no eran reales. Aquellos perros que caminaban sin el más leve ruido, sin respirar, volviendo la cabeza hacia el amo como si le ladrasen con los ojos, eran unos perros de ensueño.