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El camino de Valldemosa no ofrecía para él memoria alguna del pasado. Sólo lo había seguido dos veces, siendo ya hombre, para visitar con unos amigos las celdas de la Cartuja. Se acordaba de los olivos del camino, los famosos olivos seculares, de formas extrañas y fantásticas, que habían servido de modelo a muchos artistas, y avanzó la cabeza por una ventanilla deseando verlos.

Sus cuadros lo atestiguan. El de la Adoración de los Reyes es, ni más ni menos, lo que hacían los demás artistas de entonces; Zurbarán por ejemplo: pero el Cristo flagelado, de Londres, aún después del suplicio conserva la belleza del vigor y el Cristo crucificado, de Madrid, en el momento de morir resplandece por la pureza de sus líneas: en ambos casos dio a la figura divina la hermosura por atributo.

Subimos un piso, seguimos el corredor de los cuartos de los artistas y nos detuvimos ante una puerta á la que nuestro guía llamó discretamente, diciendo: ¿Se puede, mi querida miss Hawkins? ¿Quién está con usted? preguntó desde el interior una voz que no era la de la cantante. El señor Pector y dos amigos suyos. Que pasen.

Y nada más... Total, que por poco la mata el condenado pintor de árboles... Lo que más quemaba a este era que la infidelidad había sido con un íntimo amigo suyo, pintor también, autor del cuadro de David mirando a... Fortunata no se acordaba del nombre, pero era una que estaba bañándose... A ninguno de los dos artistas quería ella; por ninguno de los dos hubiera dado dos cuartos, si se compraran con dinero.

Desde los comienzos del siglo XV aparecen ya artistas de cuyas obras se tiene más conocimiento, y algunas se conservan, aunque sea dificilísimo precisar el nombre de sus autores.

¡Mezquita para siempre célebre! ¡mezquita levantada y frecuentada por emires y califas! ¡mezquita por cuya pérdida lloran aun bajo su cielo oriental los que creen en Alá y en su Profeta! ¡mezquita á que han venido á inspirarse ya tantos poetas y á estudiar tantos artistas! ¡Salud!

Lanzado mi tío, después de la muerte de su mujer, en una vida de desorden para sus años y para su seriedad, recogiéndose tarde, picado por la tarántula de las artistas de teatro y de las bailarinas de Colón, el buen viejo le había echado la capa al toro, como vulgarmente se dice.

Era hombre de treinta y cuatro a treinta y seis años: de más edad por lo tanto que nuestro joven; rubio, con ojos de color indefinible tirando a verde, penetrantes y maliciosos; la barba rala y partida por el medio. Vestía con la elegancia un poco fantástica y afectada que alguna vez usan los artistas para apartarse de la vulgaridad burguesa.

En esta lucha se interesaba el espíritu de clase y el patriotismo. Vizcaínos contra guipuzcoanos: la gente de las Encartaciones contra aquellos patanes que intentaban comparar sus burdos barrenadores de las canteras de caliza con los de las minas de hierro, que eran casi unos artistas.

Además, son un poco raros y no poco arbitrarios. Y entre los políticos se debe preferir, no a los dogmáticos empecinados, no a los caudillos exaltados, ni a los oradores famosos, que son también, como los artistas, un poco peligrosos, sino a los que tienen aptitudes gobernantes.