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Yo opino de la misma manera: porque aunque no admita vacío, distingo la materia de la extension, y confieso que si hubiese vacío en una esfera, por esto se tocarian los polos opuestos. Dice que en el caso supuesto las paredes no se tocarian, porque el espacio que hay entre ellas basta á impedirlo; pero esto es cabalmente lo que se ha de probar: la existencia real de este espacio.

Veíanse por todas partes, sobre las mesas, en las dos chimeneas, por los armarios y colgados de las paredes, retratos de reyes, príncipes y personajes ilustres, de fotografía unos, magníficamente grabados en acero otros, con pomposas dedicatorias al integérrimo diplomático, que pregonaban sus grandes relaciones y sus altas influencias.

A lo lejos, tras las recias paredes de ladrillo, sonaba la música y se percibía la respiración de la muchedumbre, cortada por gritos de entusiasmo y rumores de curiosidad. Las cuadrillas desfilaban ante el presidente. ¿Dónde está? preguntó ansiosa Carmen.

Poco á poco fué quedando desierto el atrio de San Nicolás. Un muerto yacía en la acera, custodiado por dos guardias. Más allá, los grupos rodeaban á varios heridos. Algunos curas se deslizaban con paso lento á lo largo de las paredes esquivando el gentío. Estaban heridos é iban á sus casas á curarse ocultamente, huyendo de la publicidad y de enojosas declaraciones.

¡Que vengan! dijo . Me gustaría verlos hoy mismo. Y miró en torno, cerrando los puños, como si fuesen á surgir de las paredes estos adversarios innumerables y desconocidos.

Sale poco; puede vérsele todas las tardes en una tienda adjunta a su casa y que da a la calle. El mobiliario de esa estancia no es rico; paredes blancas enlucidas con cal, un banco circular de madera, cojines, largas pipas, dos braseros... Ahí recibe Sid'Omar en audiencia y administra justicia. Un Salomón de tienda. El concurso es numeroso hoy, domingo.

El 21 de octubre, a la vez que el ejército real, de paso para Francia, penetraba en Aragón, aparecieron en Avila, pegadas a las puertas o paredes de la Iglesia Mayor, del templo de San Juan, de las Carnicerías Nuevas, de la casa de los Valderrábano y en otros sitios públicos de la ciudad, siete copias de aquel sedicioso pasquín que Ramiro y el Canónigo oyeron leer una tarde a don Enrique Dávila en el piso bajo del caserón.

Por aquí no pasa un alma... dijo él . Es más, creo que por aquí no ha pasado nunca nadie. Lo menos hay dos siglos que no ha corrido por estas paredes una mirada humana... Calla, me parece que siento pasos. Pasos... ¿a ver?... , pasos. En efecto, alguien venía. Oyose, sin poder determinar por dónde, un arrastrar de pies sobre los guijarros del suelo.

¡, ríe, que yo también he reído cuando vi llegar á los hijos de mis entrañas cayéndose contra las paredes!... ¿Y sabes la gracia que ha sacao nuevamente?

Poco a poco las guineas, las coronas y las medias coronas se fueron amontonando, y Marner fue sacando cada vez menos para sus necesidades, tratando de resolver el problema de conservar bastantes fuerzas para trabajar diez y seis horas diarias, gastando lo menos posible. ¿No hay hombres que, encerrados en la soledad de una cárcel, han encontrado alguna distracción en marcar el curso del tiempo en las paredes, trazando líneas rectas de cierto largo, hasta que el aumento de esas líneas, formando triángulos, se volviera en ellas un objeto predominante? ¿No engañamos las horas de ocio o las impaciencias de la espera repitiendo algún movimiento o algún sonido insignificante hasta que esa repetición crea en nosotros una necesidad, que es el origen de un hábito?